Independientemente de quién lo diga,
si el presidente del Estado Plurinacional o un vecino del barrio, efectivamente
esta fecha no debería (como lo hizo el presidente norteamericano, Donald Trump
en días pasados) HOMENAJEAR la barbarie cometida por los europeos en tierras
colonizadas. No hacerlo sería una anomalía mental por ignorancia. Es verdad que
no podemos negar nuestro pasado sincrético y la influencia de los valores
occidentales en nuestra cultura. Pero negar este pasado no tiene nada que ver
con asumir el paradigma DESCOLONIZAR (el discurso político es una aberración de
ella). Es importante entender de que si bien no debería de existir homenaje a
Cristobal Colón, Pizarro, Almagro, Francisco Toledo, Barba de Padilla o
Gerónimo Osorio, en el caso Cochabambino, (más que el reconocimiento de un pasado
que nos hizo lo que somos [bueno o malo, no somos jueces]), podemos aprender de
su herencia histórica.
DECOLONIZAR (término más
apropiado desde las ideas de Walter Mignolo) es asumir nuestra propia
IDENTIDAD, desde nuestros valores, nuestro pensamiento, nuestra cosmovisión
diversa en una sociedad múltiple como la boliviana, nuestra creatividad desde
los distintos campos de la expresión artística, desde los diversos estratos
sociales, económicos, políticos o culturales, desde la multidimensionalidad de
religiosidades, o la pluralidad de lo que se preserva y lo que se transforma.
Seguir asumiendo que España nos
trajo "civilización" es tan retrógrado como aplaudir la supuesta
"humanización" de los indígenas locales en América Latina o la
negación de sus culturas y sus credos. Si bien no se puede negar el pasado
europeo, será importante aprender de ella para no cometer los mismos ERRORES, y
asumir una IDENTIDAD múltiple y heterogénea de lo que queremos y lo que somos.
Tampoco podemos dar continuidad a
la infravaloración de la herencia local prehispánica, al que se nos acostumbró
a tratarla como arcaica, inferior, o incivilizada. Este espejismo de
pseudo-superioridad de la época colonial es la herencia que debemos de superar.
Existe por tanto una doble
negación, una construcción simbólica que ha sido naturalizada para rechazar y
generar repulsión hacia lo que es diferente a nosotros. Que el blanco es el
“limpio” y lo negro lo “sucio”, que mi credo es de Dios y la del otro es del
“diablo”, que yo soy mejor por ser citadino y el otro no lo puede ser por ser
del campo. Una negación es la que se ejerce históricamente contra lo indígena y
lo popular. Y la otra, que no deja de ser negación, es la que nos empuja a una
construcción simbólica imaginaria como respuesta a la primera, es decir una
negación de lo español y lo europeo. Debemos por tanto ser críticos, caer en
esta doble negación es simplemente asumir una esquina de un cuadrilátero que no
existe, para enfrentarnos a alguien a quién vemos en el espejo. Eso es negar
que el boliviano o boliviana sean dimensiones de un mismo producto/resultado
histórico. Esta dialéctica y la consciencia de ella nos debiera de alejar de
tomar posturas maniqueas que solo dan continuidad a un Estado que aún no
reconoce su diversidad.
En este sentido, cada 12 de
octubre debe instaurarse una actitud constante de todo el año, no de negación,
sino de asumir nuestro presente en prospectiva de un futuro que nos haga ÚNICOS,
y a la vez, diversos como bolivianos en este mundo de complejidad y dinámica
cultural.
Este 12 de octubre debemos
reflexionar y ser maduros si queremos que nuestros hijos dejen de cometer los
mismos y pueriles errores. Tenemos que sumir consciencia de que podemos vivir y
co-existir entre diferentes, aprendiendo unos de otros (sin culturas superiores
o inferiores, sino diferentes y a la vez similares). ¿Quién dijo que debemos de
homogeneizarnos? ¿Dónde está la ley física que nos obliga a pensar en un
Estado-Nación, capaz de negar aquello que no considera dentro sus espacios y
que es capaz de oficializar lo ilegítimo bajo la invisibilización y subsumición
de las diferencias?
Una actitud diferente será asumir
la identidad boliviana de manera abierta y compleja, llegar a comunicarnos con
el otro, y no negarlo/rechazarlo a priori como usualmente estamos
acostumbrados. Si seguimos con estas actitudes del pasado (negando al otro y
cualificándolo como inferior desde nuestros valores, sin entender los suyos),
efectivamente no hemos aprendido nada.
Lograr un Estado Plurinacional,
no es un logro de un partido político a favor de un conjunto concreto de la
sociedad, sino un avance político a favor de la inclusión y el reconocimiento
de la diversidad cultural de la que tanto nos jactamos. La UNESCO o la ONU
arguyen el gran avance en la consolidación de un Estado Plurinacional, pero
aunque existe una norma, aún hace falta políticas públicas y culturales que
promuevan la interculturalidad y la comunicación de la diversidad cultural,
para de esta manera, superar la lógica occidental de los Estado-Nación que no
tiene nada que ver con fragmentar un país como en el caso de Cataluña, por dar
un ejemplo.
Reitero, si seguimos polarizando
y fragmentando nuestras territorialidades e identidades con discursos trillados
y mezquinos como lo hacen muchos políticos, o asumiendo una identidad
falsamente superior a la condición de otros que piensan diferente y sienten la
cultura diferente, entonces estos más de 500 años no hemos aprendido nada.
Vista lateral del estado actual de la obra de José Manuel Villavicencio. Fuente inédita
Otro patrimonio arquitectónico perdido
En los últimos días algunos ciudadanos pudimos observar el estado de demolición “legalmente” constituido, que se desarrolla en la edificación patrimonial, (bueno, la que un día fue), ubicada entre la calle Chuquisaca, la calle Salamanca y la Plazuela Constitución. (ver mapa).
Recordemos que la edificación fue “Premio Municipal” en la década de los años 50, fue una de las obras del notable arquitecto José Manuel Villavicencio. Fue el mismo arquitecto que diseñó otras edificaciones del mismo estilo como la utilizada por TOYOSA en la final Av. Tarija y Av. América, el Club de Tenis en la Plaza de las Banderas, o el reconocido Estadio Felix Capriles.
A la fecha, a este patrimonio arquitectónico no declarado (según la Ley 530) se le ha demolido más del 95 % de sus estructuras para dar paso, muy probablemente, a la construcción de algún edificio “moderno” que le servirá de provecho a algún particular, bajo el argumento de “adecuación” de una “fachada patrimonial”.
Careta como patrimonio arquitectónico
Según Anton Ozomek, un defensor del patrimonio histórico en Málaga, donde el comportamiento depredador de edificaciones patrimoniales es similar al de Cochabamba. El experto explica que la sola utilización de una careta (restos), en este caso, de la edificación del arquitecto Villavicencio, es una falacia para la historia; “Un huevo roto y vaciado no es un huevo, es solo una cáscara; y un edificio histórico demolido salvo fachadas no es patrimonio histórico, es solo otra cáscara”, arguye Ozomek.
De la misma manera, otros especialistas con los mismos problemas de demolición en la ciudad de Valparaísoen Chile, manifiestan su desacuerdo con este tipo de prácticas; “Es una visión fachadista que no es preservar el patrimonio. Los inmuebles pueden tener mayor contenido de valor patrimonial muchas veces en el interior y no necesariamente en la fachada”, sentencia Rosario Carvajal, presidente de la Asociación Chilena de Barrios y Zonas Patrimoniales.
La disimulada justificación que se da al no demoler el frontis de un inmueble como este (obra de Villavicencio), es en el fondo un falaz argumento que posibilita su destrucción total (por más cáscara que se haya dejado para preservar). En este sentido, el arquitecto Ignacio Ossa de la vecina ciudad del Valparaíso concuerda en que, “el camino más fácil al dejar una fachada es que el nuevo edificio no necesariamente entra en diálogo arquitectónico con lo que uno dejó de patrimonio. Es una mala práctica que claramente no le hace justicia […] para qué se está dejando un edificio que arquitectónicamente uno considera que es patrimonial, si después el nuevo edificio y su programa no entran en juego con él ni lo reivindican”.
En otras palabras, con la demolición de los interiores de esta edificación, hubiera sido preferible que la demuelan totalmente, porque al dejar sus restos (su cáscara), es como coloquialmente se describe cuando una persona ha sufrido de “mancharisq´a”, es decir ha perdido su ajayu (alma), lo que significa, en términos del patrimonio cultural, la pérdida simbólica irremediable de la estructura que alguna vez la albergó y que hizo de él un patrimonio arquitectónico.
Vista del interior de la obra de José Manuel Villavicencio. Fuente inédita
La naturalización social del exterminio histórico
Por otra parte, esta pérfida participación de la extirpación de las pocas arquitecturas patrimoniales es un problema no solo de orden económico y político, sino sobre todo una cuestión cultural.
La indiferencia y la poca valoración que se le da a la historia a través de su arquitectura es un común denominador en la mayoría de la población boliviana y en general Latinoamericana. Las autoridades que administran la situación de estas estructuras con cualidad patrimonial (declaradas o no) en el Cercado o el resto de Municipios del departamento y del país, los empresarios inmobiliarios que lucran con la construcción de nuevas edificaciones que carcomen (las que representan y representaron) nuestro legado histórico, los representantes políticos en ejercicio de poder, quienes fabrican normas que protegen la historia y el patrimonio de los bolivianos, y quienes además se supone, son el ejemplo de amor y respeto hacia el bien común para la ciudadanía; Todos forman parte de esta naturalización por la aniquilación histórica del patrimonio (mueble e inmueble, material e inmaterial), el desapego hacia la identidad, el des-conocimiento de la autenticidad y del valor del patrimonio arquitectónico.
Propiedad privada Vs. Bien común
Se ha internalizado en nuestra sociedad la noción de patrimonio, de manera general, como un imaginario estructurado que lo define como un objeto de propiedad privada de alguien (o de algunos), cuya obligación (responsabilidad) recae en quién la administra, y no del conjunto social al que este administrador representa; Es decir, de las autoridades de turno y no con la co-participación de la ciudadanía. ¿Qué hacemos entonces si las autoridades desconocen de la importancia de estos bienes, y peor aún, deciden acciones que en vez de salvaguardarlo, contrariamente promueven su extinción? En consecuencia, imagínense si el ciudadano con poder (sea autoridad, político o empresario) tiene aversión y desestima por el patrimonio, peor aún es la conducta del ciudadano para quien en realidad no existe patrimonio como tal.
La mayoría de la población (ciudadanos de a pie o ciudadanos en ejercicio del poder económico o político) no ha tomado consciencia de que el patrimonio es la representación simbólica que se constituye por la apropiación de un pueblo, quien le asigna un “valor” y el disfrute de dicho bien cultural. Por tanto, en la realidad, el patrimonio arquitectónico que está desapareciendo, como otras formas de patrimonio, NO EXISTE, y sigue siendo en la práctica, propiedad privada de quien puede hacer una transacción (trato) con ella.
Aspecto deteriorado de las pocas edificaciones históricas que quedan en el casco viejo de Cochabamba
La antropología de la des-patrimonialización
Una explicación antropológica retrospectiva de este des-arraigo por el bien común puede llevarnos otrora hacia la época colonial en América. Las nociones eurocéntricas heredadas y difundidas desde la llegada de los primeros habitantes españoles en América y su modelo de “civilización occidental”, subsumió la concepción imaginaria local de “propiedad común” (comunitaria o comunal). Se instaló desde entonces la noción romanizada de la propiedad privada, extirpando de esta manera (durante la colonia, la república y el propio estadio del Estado Plurinacional) cualquier visión social por el bien común referida al patrimonio arquitectónico. Por una parte por el des-entendimiento del valor por parte de quienes tienen el poder económico y político para influenciar las determinaciones sobre el futuro de estas edificaciones, y por otra, por el “nomeimportismo” de los ciudadanos de a pie, a quienes no incomoda la situación en lo más mínimo.
Valga mencionar que el patrimonio cultural también cuenta con otras variables que no mencionaremos, que si tuviéramos que hacer referencia a términos de “usos” que se asigna a un patrimonio por un conjunto social, esta reflexión tomaría otra dirección. Pero lo claro, es que las áreas urbanas, y en este tiempo también las áreas rurales por el espejismo del “desarrollo” y la “modernidad”, están fagocitando lo que queda de patrimonio histórico, en ausencia a esta conexión que propicia la “ultilidad” o no de un bien cultural.
De esta manera las contradicciones hacia el patrimonio arquitectónico en Cochabamba son entendibles (siendo sarcásticos). El notable maestro José Manuel Villavicencio, quién fue el autor de este patrimonio estructural histórico y un arquitecto de gran importancia en la mitad del siglo XX, sobre todo por sus trabajos en la ciudad de La Paz, retornó a Cochabamba por problemas de salud, lugar donde murió pobre y sin reconocimiento (protección) de sus obras. Con la pérdida de una de ellas, se aplasta, se demuele y se hace polvo, el legado de un notable.
En concreto, ¿Patrimonio k´ochala?, NO, patrimonio de NADIE.
Es fácil y hasta anacrónicamente “patriótico” colocar una bandera en un lugar visible dentro y fuera de nuestras casas, y hacer de cuenta que cumplimos un años más de independencia, como remembranza a la Fundación de la República un 6 de agosto de 1825. Es fácil elogiar a una Bolivia por sus tres colores sin tomar en cuenta el significado de la heterogeneidad que aquello implica. Es fácil postear una imagen en Facebook y felicitar a nuestra patria por sus 192 años de “independencia” sin cuestionar si en realidad somos un país como tal, y si realmente somos independientes en muchos aspectos. Es fácil creer que somos bolivianos desde la percepción egocéntrica de cada ciudadano, sin tomar en cuenta la legitimidad en la existencia de otros que lo son, siendo diferentes.
Es fácil comprarse una escarapela para presumir la nacionalidad boliviana por un par de días en torno al 6 de agosto, cuando el resto del año avergonzamos al polisémico concepto de ser boliviano con nuestras actitudes etnocentristas y religionalistas. Es cómodo ser partícipe de los festejos cívicos desde el palco, la expectación o el propio desfile con traje de gala, pero qué incómodo es aceptar que este país celebra conjuntamente con aquellos que lo hacen de distinta manera. Es fácil aislarse para celebrar este aniversario con nuestros semejantes, pero que difícil es hacerlo con los que no lo son. Es fácil olvidarse de la existencia de las otras identidades, de otras cosmovisiones, de otros credos, de otros significados de lo que denominamos fe, pero que difícil es conocerlo, reconocerlo, aceptarlo, apropiarlo, y asumirlo; Qué difícil es darnos cuenta que somos uno y a la vez parte, que somos una sola nación y a la vez plurinacional, que somos una identidad con varios significados y que somos diferentes siendo similares.
La construcción de un Estado Plurinacional no lo definió su promulgación el 2009, ni lo constituyeron los gobernantes de turno. El asumir la patria es asumir tal condición. Entender y asumir que somos un Estado (uno) Plurinacional (varios) es tarea de cada bolivianos que dice serlo. Desde el político en la Asamblea Legislativa, hasta el ciudadano en su humilde morada, desde el presidente de turno, hasta el obrero que trabaja en día feriado, desde aquellos que se ubican en áreas rurales, hasta aquellos que se encuentran en las vertiginosas ciudades, desde aquellos que andan en las redes sociales, hasta aquellos que no conocen la internet.
Es decir, todos y todas somos, en nuestra condición de bolivianos, parte de una heterogeneidad compleja y divergente. Asumir que somos “patria”, no se trata de que todos pensemos igual, se trata de que pensando de diferente manera seguimos siendo nación, porque en una familia los hermanos son diferentes, divergentes, opuestos, distintos, pero en esa diferencia está la riqueza, la fortaleza, las oportunidades.
La construcción de un país en la diversidad atravesará por esta constante denominada “interculturalidad”. Esta debe traslocarse del texto a la práctica del cotidiano sin esperar que otros lo hagan primero.
Ser parte de un país como Bolivia es tomar consciencia de aquello, es rechazar cualquier llamado a la fragmentación, a la división, a la separación por razones partidistas, políticas, económicas o culturales. El problema de nuestro país no es la falta de riqueza material o intelectual, sino de la falta de consciencia por una cultura del diálogo, del respeto, de superar los legalismos de la “tolerancia”, de las normas que nos quieren obligar a ser más seres humanos, más racionales, más afectivos, más solidarios, más bolivianos.
Escucho pregonar en varias regiones de este país, que el boliviano en su localidad te recibe con los brazos abiertos, que te invita a pasar a su humilde morada, que te cobija con lo mucho o poco que tiene, que te convida de su exquisito plato y su bebida parsimoniosa, y que finalmente te reitera un pronto y feliz retorno. Seamos así, no solo de boca, sino de acciones, no seamos bolivianos solo para los extranjeros, sino también para los nuestros.
Deseo para este país que, cada 6 de agosto, practiquemos ser bolivianos los 365 días del año, para así demostrar verdaderamente que lo somos y que no solo lo creemos. ¡Felicidades querida Bolivia! ¡Felcidades querid@ boliviano”.
Para favorecer la comprensión de la problemática que se planeta en
este texto es preciso realizar una retrospectiva para entender los cambios y
transformaciones, en el clima de las emisiones de programas de entretenimiento
y publicidad en los medios de comunicación social, sobre todo en canales
televisivos.
Una breve historia de la
Televisión en Bolivia
La Televisión Boliviana surgió el 30 agosto de 1969 mediante un decreto
emitido por el entonces presidente Luis Adolfo Siles Salinas quien asumió el
poder a la muerte del Gral. René Barrientos Ortuño. En esta época las personas
que tenían un televisor solamente lograban captar imágenes en blanco y negro.
Los despachos internacionales eran recibidos a través de teletipo mediante la
agencia de noticias DPA, pero el mismo no era inmediato y las noticias eran
conocidas por los bolivianos dos días después de que los hechos sucedían en el
mundo.
Durante la década de los años setenta Televisión Boliviana comenzó
con la producción propia para ser difundida al resto del país. Mabel Rivera,
directora del teatro "El Arlequín" implementó un programa infantil en
el que cada semana se presentaba cuentos como Blanca Nieves, Caperucita Roja y
otros. En esa misma década nació el programa "Enfoques", dirigido y
producido por el comunicador Mario "Cucho" Vargas. En este programa
se realizaron presentaciones de artistas nacionales e internacionales. A la
llegada de la década de los ochenta Televisión Boliviana se convierte en ENTB
(Empresa Nación de Televisión Boliviana).
(1985-1999) Con la llegada de la Democracia a Bolivia los canales
privados comenzaron a multiplicarse con la emisión de enlatados norteamericanos
de todo tipo. En este contexto ENTB continuó con emisiones informativas y
educativas. A finales de los años ochenta los analistas políticos como Carlos
Mesa toman las pantallas de televisión, época en el que empieza a consolidarse
la “opinión pública”, y a partir de los años noventa el programa se llamaría
los "todólogos". (2006-2009) Con la Constitución Política del Estado
Plurinacional se determinó la creación, en abril de 2009, de la empresa Bolivia
TV como medio de comunicación del Estado y las empresas privadas de TV
fortalecieron su programación con mayor producción nacional y emisión de
enlatados Latinoamericanos.
En la actualidad, las programaciones de estas empresas de
Comunicación se basan en la agenda-setting y la grilla del consumo de
audiencias, establecidas por los medios de comunicación internacional,
basándose en la ética neoliberal y capitalista de las grandes empresas de la
industria cultural.
La preferencia por la TV
Según el Censo de Población y Vivienda del año 2012(INE), en
Bolivia son 2.812.715 el total de personas que tienen acceso a Tecnologías de
Información y Comunicación, de las cuales 67,24 % del total de personas, con
viviendas particulares y ocupantes presentes, tiene acceso a la televisión. La
Paz tiene el 82 % y es la ciudad con mayor cantidad de personas con acceso a
este medio, secundando Oruro con 78 %, tercero en la lista es Tarija con 77 %,
y Cochabamba con el 76 % ocupando el cuarto lugar. Según UNIR Bolivia y su
Informe Final del año 2013, el 70 % de la población prefiere ver
prioritariamente la TV con respecto a otros medios tradicionales.
Una realidad alarmante
Hasta diciembre de 2016, un total de 104 casos de feminicidio se
registraron en Bolivia, siendo La Paz y Cochabamba las regiones donde se presentaron más
hechos de esta naturaleza, según la Fiscalía General del Estado.
“De ese total, 24 casos ya tienen sentencia condenatoria (17 por
procedimiento abreviado), cinco se extinguieron por muerte del imputado y el
resto de casos se encuentra en etapa de investigación”, informó el Fiscal
General del Estado, Ramiro José Guerrero Peñaranda, citado en un boletín de
prensa de la institución judicial. Las cifras por departamento registra: La Paz
con 28 casos de Feminicidio, Cochabamba 27, Santa Cruz 21, Chuquisaca 5; Oruro
6; Tarija 5; Potosí 8; Beni 3 y Pando 1. Sin tomar en cuenta las cifras no oficiales de la gestión 2017, hasta la fecha.
La TV
misógina y Contradicciones de los MASS MEDIA
Notaremos, según nuestro contexto, que son diversos los medios que
la población acepta o asume para informarse o entretenerse, sin embargo son los
canales de TV que la gente prefiere, y por tanto, le otorgan cierta
credibilidad en el consumo de la opinión pública. Por otra parte, la TV es la
más aceptada por su accesibilidad, según el INE, ya que utiliza varios de los
recursos sensitivos de comunicación (audio/visual en gran medida). Bajo este
contexto debemos relacionar la problemática de la violencia contra las mujeres
con los referentes históricos y actuales de los medios de comunicación, sobre
todo el de la televisión y su programación con respecto a su grilla de
entretenimiento y publicidad.
Mientras los medios de comunicación emiten cortos de propaganda en
el que difunden derechos de las mujeres y -la ley 348- que sanciona cualquier
acto de violencia en contra de ellas, estos mismos medios se contradicen con la
manipulación de la figura de la mujer como objeto de publicidad, como
representación supeditada a la figura del hombre, y el medio, como ente que
debe preservar el paradigma patriarcalista que regula el sistema y el padrón de
conducta frente a los roles de género. ¿A qué nos referimos? Analicemos las
contradicciones de estos medios en base a la normativa vigente.
Tenemos 3 párrafos en el Artículo 23 de la Ley 348 “LEY INTEGRAL
PARA GARANTIZAR A LAS MUJERES UNA VIDA LIBRE DE VIOLENCIA” promulgada el 9 de
marzo de 2013, referidas a la “OBLIGACIÓN DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN”, (Obligación desde la promulgación del DS 2145, el 14 de octubre del 2014)
Vayamos por partes. Primero, según el Artículo 23 de la Ley 348. (Obligación
de los medios de comunicación). Estos adoptarán las siguientes medidas:
“1. Adoptar los Códigos de
Ética y otras medidas de autorregulación, en relación a la difusión de
contenidos discriminatorios vinculados a la violencia hacia las mujeres o que
refuerzan o justifican la tolerancia, o que atenten contra los derechos de las
mujeres”. Sin embargo los medios de comunicación no
solo incumplen, sino que hacen totalmente lo opuesto. ¿Cómo? La producción
nacional y regional, con respecto a una programación de entretenimiento,
bombardea diariamente información y prototipos de belleza, de mujer, de madre,
de hija, y de una posición (de la figura de mujer subordinada) frente a la
figura masculina. No existe cuestionamiento de esta producción mediática de
parte de la sociedad, y menos de los mismos medios hacia sus sistemas vigentes
de control y “autorregulación”. En palabras someras, la cosificación de las
mujeres se ha -NATURALIZADO-. No existe una des-alienada regulación de sí misma
en base a la norma. Hasta la fecha solo se presume dicha “auto-regulación” con
respecto a la problemática. ¿Cómo puede auto-regularse un sistema en el ámbito
comunicacional, si el sistema mismo carece de una ética des-patriarcalizadora?
¿Cómo puede existir un serio cuestionamiento a las estructuras ideológicas de
este sistema, si a priori existe “naturalización” de esta violencia?
Por otra parte, el párrafo 2 del Artículo 23 de la Ley 348. (Obligación
de los medios de comunicación) manifiesta: “Destinar,
en el marco de la responsabilidad social, un espacio mínimo gratuito para la
difusión de mensajes que promuevan los valores establecidos en la presente Ley”.
Si bien algunos medios publicitan la norma, lo hacen difundiendo imágenes, texto o
audio, pero no el propósito y fin de la ley. Es decir, los “valores” de la ley
tienen relación estrecha con el supuesto rol de educación de la sociedad que estos medios deberían de asumir. Por el contrario, los
medios, en su mayoría, carecen totalmente de este atributo. Pues canales,
prensa escrita/digital o radio, en absoluto transmiten valores, solo transmiten
mecánica y literalmente dicha norma. Los pocos que lo hacen, lo hacen como si nos
hicieran un favor. Y encima, se contradicen con las parafernalias misóginas
dentro la programación de entretenimiento, donde transmiten anti-valores a
partir de la instrumentalización y el exhibicionismo de las mujeres. Se darán
cuenta que la incoherencia en los MASS Media es notoria.
Entre tanto, el párrafo 3 del Artículo 23 de la Ley 348. (Obligación
de los medios de comunicación) arguye: “Difundir
informaciones relativas a la violencia contra las mujeres de forma objetiva,
precautelando la defensa de su autonomía, libertad, dignidad, privacidad y
derechos, de sus hijas e hijos, restringiendo toda exposición gráfica que
constituya humillación, exposición pública y/o degradante”. El análisis
respecto de la difusión “objetiva” que supuestamente desarrollan la mayoría de los medios, concerniente
a la violencia contra las mujeres, lo explicaremos casi al finalizar este
artículo por tener connotaciones especiales. Lo que sí podemos ya mencionar es
el incumplimiento del resto de este párrafo. ¿Por qué?
La TV es preponderantemente misógina, aunque aparente ser salvaguarda de su dignidad,
privacidad y de sus derechos, porque ha sido fundado bajo la lógica
capitalista, y por tanto del patriarcado mercantilizador y subsumista de la
feminidad. Esta corrupción pasa desapercibida por la mayoría de la sociedad
bajo máscaras de entretenimiento y marketing. Lo que estos medios no advierten
es la proyección que está más allá de sus narices; La manipulación comercial de
la figura femenina a nombre de “moda”, la de una promoción distorsionada del
pseudo-estereotipo de mujer occidentalizada a nombre de “belleza universal”, la
de una espectacularización del morbo eurocentrado femíneo a nombre de “competencia
de belleza”, o la de una exotización burlesca y mediatizada de cuerpos
femeninos que no engranan bajo los estándares comestibles de la TV, a nombre de
“show” o “reality”.
Los Medios de comunicación (recalco no todos, pero sí en su gran mayoría), siendo uno de los medios presuntamente con
mayor cantidad de información difundida, y por tanto de conocimiento, resultaron ser,
como en muchos otros países de Latino América, una de las instituciones con
mayor ignorancia en la cuestión y con una de las mayores cegueras patriarcales
del neocolonialismo del siglo XXI. ¿Cómo se le puede pedir al medio educar
contra la violencia hacia la mujer, si las estructuras mentales de gran parte de sus empleados y empleadores están programados para hacer todo lo contrario? Es como
pedirle a la higuera unos exquisitos anticuchos con llajwa de maní, obviamente
nunca te los dará por más que se esfuerce.
Del dicho al Hecho.
Los medios de comunicación no solo promueven mayor violencia
contra las mujeres de una manera sutil y disimulada. Es más, la practican a diario. Los hechos nos demuestran
que el problema de la violencia1en los medios de comunicación, sobre todo en la TV, reitero, se ha
NATURALIZADO. Dicha naturalización está cohesionada con el hábitus, término que utiliza el intelectual Pierre Bourdieu para referirse a esquemas mentales estructurados y estructurantes que explican como se naturaliza el rol y el comportamiento de un individuo en una comunidad. En otras palabras se refiere a la cultura (entendida como educación) que los individuos (hombres y mujeres) aprenden. Este hábitus cultural se internaliza, por una parte gracias a la influencia de la familia, las instituciones educativas, y por otra, a través de los medios de comunicación.
Estos medios de comunicación son manejados a través de algunos monopolios mercantilistas bajo lógicas empresariales, que ofrecen una programación considerada TVbasura por quienes
cuestionamos la naturalidad de la violencia simbólica y mediática contra las
mujeres. Este sistema se basa en la compra/venta de productos o servicios, a
través de la emisión de "golosinas y alimento chatarra distractivo" que fomenta
la preservación de los roles tradicionales entre hombres y mujeres, la
“cosificación” de la féminas, violencia simbólica, etc. El serio interés por el
lucro de estos canales de Tv, como en otros medios, pone en evidencia que la
violencia contra la mujer no solo es instaurado, prolongado y fomentado por la
ausencia de valores en el hogar, sino por la promoción de antivalores que es
difundido por estos medios de comunicación. No diré todos, pero es fácil notar que no falta alguno que no use la "belleza de la mujer" para ganar rating. Acá no se cuestiona la situación socioeconómica del medio, lo que se cuestiona es la presunta "responsabilidad social" de la que carece.
Programaciones de entretenimiento para “mayores de edad” que se
emiten en horarios de familia, por ejemplo; Publicidades que “denigran” a las
mujeres y que es transmitido a lo largo del día sin censura o ajuste en
horarios establecidos para la familia. O la frase que se hizo célebre en una de
las publicidades de un canal en particular; “El hombre -trabajador-. Y la mujer
-la más tierna de la casa-“. Pregunto, ¿Acaso las mujeres que cargan con los
quehaceres domésticos, no trabajan? Este último ejemplo denota la reproducción
de roles en función del sexo, la invisibilización de las mujeres, y la
promoción del estereotipo de trabajo ligado al sexo. Este pequeño
ejemplo entre muchos, refleja la insensibilidad y la ceguera de los productores
al momento de llevar a la acción su frivolidad, mal llamada “creatividad”.
1. Categorías de violencia contra la mujer, inscritas en el texto de la Ley 348.
Androgeneización
de la violencia. Contradicciones en la Ley 348
La violencia simbólica y mediática también atraviesa por otro
mecanismo de internalización. Me refiero al lenguaje explícito e implícito,
gráfico y no gráfico. El amarillismo en algunos periódicos censurables que
traslocaron su comportamiento a los periódicos de “élite”. Y es que no solo se
trata de un vicio misógino, sino que el círculo vicioso instrumentaliza a su
vez a los medios impresos “populares” para obtener la subvención suficiente
para sus arcas. ¿Cómo lo hacen? Difundiendo en sus contenidos, la violencia, el
morbo y la censura, basándose en el objeto (mujer y otras categorías más). De esta
manera se replica la idea de lo normal/natural, cuando los sujetos
consumidores, niños (indirectamente), adolescentes, adultos, ancianos, hombres y mujeres, llevan a la
dialéctica machista la aplicación en su cotidiano de esta lógica. Por una
parte, la conservación en la mente de las mujeres, de su presunta inferioridad
(mujer dócil/débil), a través de la violencia manifiesta en los contenidos de
estos medios. Y por otra en el fortalecimiento de la idea de superioridad
(agresivo/fuerte) de los hombres frente a las mujeres.
La descomunicación de los medios también ha ido naturalizando otro
problema. Y es que el asunto no solo incumbe a los medios como re-productores
de la idea de violencia o su relación simbólica, sino de aquellos productores y
protagonistas de la solución más “fiable” del mundo (lo afirmo
sarcásticamente), tal y como es la Ley 348; Veamos por ejemplo, en su Artículo
7. (Tipos de violencia contra las mujeres). Encontramos el párrafo 2. “Violencia
Feminicida” cuyo concepto dice; “Es la
acción de extrema violencia que viola el derecho fundamental a la vida y causa
la muerte de la mujer por el hecho de
serlo”. Sin embargo los medios de comunicación promueven la
androgeneización de la violencia (con consciencia del hecho o sin ella). Es
decir, según lo analizamos, la violencia pareciera ejercitarse solo de un lado;
Sin requerir de mucho intelecto para darse cuenta, se trata de una torpe
falacia, que se naturaliza gracias a la fresca y perdurable publicidad de las
notas de prensa de la mayoría de los medios de comunicación.
¿Cómo sucede? Según los periodistas y reporteros, cualquier tipo
de asesinato premeditado o no, es considerado “feminicidio” si la víctima es
mujer, lo propio sucede con las autoridades policiales, políticas e
institucionales, al replicar esta lógica. Pregunto, ¿Acaso los periodistas,
policías, autoridades de gobierno, o cualquier vocero oficial, tienen una “bola
de cristal” para saber a priori que el cónyuge, amante, amigo, conocido o desconocido,
asesinó a su víctima porque simplemente se trataba de una mujer? ¿Dónde
quedaron los motivos, razones o circunstancias para hacerlo, o es que se obvian
estas causas? De ser así, ¿Cuándo una mujer mata a otra mujer, no es
feminicidio? No, porque seguramente no se ejerció la misma “violencia” durante
el asesinato (seguramente). Mejor aún, ¿Si una mujer homosexual mata a su amante mujer, dejó
de ser feminicidio solo porque fue un acto no perpetrado por un hombre?
Si la violencia se la categoriza por la sexualidad, entonces
merece que el asesinato hacia un hombre se denomine “androcidio”. Luego
inventaremos una categoría que diferencie al infanticidio por su sexo. Y cuando
finalmente categoricemos etariamente la violencia, lo haremos por estratos
económicos. ¿No les parece absurdo?
Si mantenemos esta lógica verticalista donde el hombre
heterosexual es un potencial feminicida, (solo porque es hombre), y la mujer
heterosexual es potencialmente sujeto de feminicidio, (solo porque es mujer);
Se naturaliza la noción de violencia en ambos casos. Tanto de quién puede
asumir la presunta superioridad, como de quién debe considerarse sujeto de
dominación.
¿La violencia que lleva a la muerte de una mujer hacia otra, o de
una mujer hacia un hombre, no es igualmente repudiable? Esta
pseudo-categorización, reitero, solo promueve la androgeneización de la
violencia, la mitificación de la misoandría o misandria, y la codificación
estereotipada del crimen. Se trata de la
promoción de un falso maniqueísmo, donde el hombre es el fuerte/villano, y la
mujer es la débil/víctima. Tal afirmación es totalmente descabellada, lo sé.
Pero es, lo que en el fondo nos quieren decir, cada vez que nos repiten trilladamente “feminicidio”.
Aclaro que no estoy defendiendo ninguna clase de machismo, ni
estoy tomando una postura andropocéntrica, ni estoy cayendo en una
contradicción después de todo lo expuesto con anterioridad. Considero que la
violencia, venga de donde venga, es y seguirá siendo violencia. Mate un hombre
a una mujer, o mate una mujer a un hombre, el asesinato solo tiene un nombre.
Mate un ser humano a otro, sea del sexo que fuere, no importa la edad, ni la
condición económica, es totalmente condenable y repudiable. Los hechos nos
demuestran que ninguna ley “contra la violencia hacia la mujer” (por lo menos
en el contexto boliviano) ha logrado resolver el problema, más al contrario,
preserva la situación vigente, la fomenta y la reproduce.
Este conflicto no es asunto político/legislativo (aunque se
requieren de políticas), sino de un asunto cultural, un asunto que debe
trabajarse desde la educación, desde un hábitus alternativo.
Si los gobernantes invirtieran más recursos económicos y más
empeño al invertir en cultura (entendida como educación) y menos en
protagonismos mediáticos pseudo-heroicos, el asunto podría cambiar de
horizonte. Claro está, se trata de un proceso largo, pero que finalmente
cambiaría la perspectiva de las futuras generaciones en relación de una
interculturalidad de género, un diálogo real y respetuoso entre hombres y
mujeres. Mientras, solo nos queda intentar descolonizar las mentes alienadas de nuestra sociedad, difundiendo contenidos reflexivos y educativos, como este que presentamos hoy.
1. Demografía, historia y territorialidad. Guzmán, 1993; 76. Archivo Histórico Municipal de Cochabamba.
Solo en este
pequeño fragmento de datos de la época republicana en Cochabamba se puede
constatar el proceso de fagocitosis humana/cultural del indígena y la hegemonía
de la élite española que consolidó su estatus de “superioridad” con respecto a los
criollos y los mestizos, esta vez desde su constitución política del 19 de noviembre
de 1826. Si bien los españoles, que entraron en un periodo de decadencia tras
la independencia de la república de Bolivia, homologaron su supremacía en los
criollos españoles, y lo hicieron en un proceso que afectó aún más a los
indígenas.
Estos datos por
otra parte, deben permitirnos reflexionar en esta asignación “colonializada” de
categorías socioeconómicas y culturales que prevalecen en nuestra época, y
repensar la utilización del término “raza” que
no fue más que la teorización simbólica para la naturalización de estas
relaciones coloniales de poder.
De esta manera se
establecieron posiciones que legitimaron las categorías anteriores de dominación
(superior/inferior), pero esta fue re-marcada a partir de la asociación con el
fenotipo y la cultura, así se demarcó el terreno con la auto-asignación de la
categoría de superioridad para el europeo, y de inferior al -no europeo-. Son
estas delimitaciones simbólicas que luego prevalecerán hasta nuestro tiempo,
manifiesto en el “modo básico de clasificación social universal de la población
mundial. […] Distribuyendo a la población del mundo en rangos, lugares y
roles”, añadiendo toda esta connotación a la configuración de dominación
inter-sexual o de género pre-existente a la colonia. Cf. “Colonialidad del
poder, eurocentrismo y América Latina, de Aníbal Quijano”.
Máscara de blanco
Mujeres de antaño que usan los casi desaparecidos sombreros de chola cochabambina en un mercado, a mediados del siglo XX. (Fototeca Digital, Archivo Histórico Municipal)
Por otro lado, el cuadro anterior (1) diseñado por el historiador Guido Guzmán Salvatierra en su investigación
historiográfica, y los datos obtenidos de los registros parroquiales
de San Miguel de Toco, sintetizan un ejemplo concreto de esta
configuración en Cochabamba del siglo XIX y XX. Esta proporción de mestizos con
respecto a los “indios” y los “blancos” (españoles) nos permiten hacer una
lectura etnológica interpretativa. Por una parte, en respaldo a la noción de
Guzmán, los indígenas tuvieron que “mimetizar” su condición de indígenas,
camuflándolo con el arquetipo de “mestizo” y de esta manera auto-negarse a sí
mismos y evitar aquellas relaciones abruptas de poder establecidos siglos
antes, o por lo menos disminuirlo. Esta conducta se fue naturalizando y refleja
un rasgo de establecimiento cultural de una supuesta superioridad enfocada en
el “blanco” (extranjero) en relación al “indio” (el yo boliviano). Es esta una
razón del porque el boliviano tiene la tendencia a concebir lo “externo” como
superior, y lo local como lo inferior. Lo mismo sucede con el camuflaje
cultural del -mestizo boliviano-, que hoy en día adopta esta conducta simbólica
para negarse a sí mismo y considerarse falsamente en un emparentado con la -presunta-
superioridad del “ario” extranjero y su modernidad, o por lo menos para no ser
catalogado como “indígena” y por tanto como alguien no inferior/sub-desarrollado
(otra clasificación socio-económica a
nivel macro, también de concepción occidental).
Adoctrinamiento Eurocéntrico
Por otra parte, parafraseando
a Guzmán, los sacerdotes católicos adoctrinados y adoctrinadores del
eurocentrismo filosófico y su promoción dogmática del supuesto modelo de ser (ser
humano) que trajeron a América para los no humanos
(indígenas), categorizaron -al igual que los españoles- a los individuos por su
fenotipo. De esta manera establecieron y consolidaron una categorización y
niveles de poder. El propósito eclesial que la teoría nos dice, se confronta
con la realidad en esta pequeña exposición historiográfica. Las investigaciones
concernientes a la presunta conversión de los “salvajes” en “seres humanos”,
también formó parte de la realidad concreta de Cochabamba. Las consecuencias al
definir a la población demográficamente, (distinguiendo) a los que ya eran
“humanos” y los que lo eran a medias, de los supuestos “humanos”; Reitero, han
delineado la actual configuración socioeconómica y cultural a partir de estas
relaciones de poder colonial y post-colonial.
Un proceso de cambio que requiere cambios
Tratando de
contrastar el contexto anterior con el actual, debemos mencionar que el ascenso
al poder de Evo Morales Ayma (sin asumir una postura maniqueísta, sino histórica),
marcó un hito importante. Significó -por lo menos simbólicamente- un importante
paso para la reivindicación e inclusión social de sectores marginados, y de la
participación de indígenas y pro-indigenistas en las altas esferas sociales,
económicas, políticas y culturales, impregnadas de un capital simbólico que
generó transformaciones; Sin embargo, tras 10 años de que el Movimiento al
Socialismo asumiera el control estatal, los hechos nos demuestran que gran
parte de la configuración del discurso descolonizador se definió lastimosamente
a partir de una lógica occidental, que provocó en el peor de las percepciones
críticas, en la instalación de una nueva oligarquía indígena y mestiza (afín al
proceso de cambio) y una inversión de polos que preservan esta actitud colonial.
Si bien existe simbólica y parcialmente una inclusión social, participación
ciudadana y visibilización cultural del indígena, no se ha logrado aún una
ruptura seria de estas estructuras mentales, de esta categorización
socioeconómica y cultural que sigue en vigencia.
Por tanto, existe un
reto para los profesionales de las ciencias sociales, quienes deberán asumir un
reto inter-disciplinario, trans-disciplinario, inter-epistémico y de pensamiento complejo/sistémico, que apunte a un cambio
cultural y político del actual sistema occidentalizado.
El propósito será
-por ahora- la erradicación de la colonialidad mental de los des-colonizadores,
tanto de la izquierda que maneja el discurso indigenista, como de la derecha,
que inició con la instrumentalización de dicho discurso. El inicio es auto-cuestionar
nuestras propias lógicas occidentales heredadas que son opuestas a la consciencia
crítica con respecto a la otredad, y de las actitudes promotoras de espacios de
diálogo e interculturalidad. Se trata en suma de abolir nuestra colonialidad, abordar la descolonizaciónde los intelectualesy finalmente descolonizar a nuestra sociedad; Re-configurar
y re-direccionar un proceso que nació de los movimientos kataristas, es decir un cambio del “proceso de cambio”.