Independientemente de quién lo diga,
si el presidente del Estado Plurinacional o un vecino del barrio, efectivamente
esta fecha no debería (como lo hizo el presidente norteamericano, Donald Trump
en días pasados) HOMENAJEAR la barbarie cometida por los europeos en tierras
colonizadas. No hacerlo sería una anomalía mental por ignorancia. Es verdad que
no podemos negar nuestro pasado sincrético y la influencia de los valores
occidentales en nuestra cultura. Pero negar este pasado no tiene nada que ver
con asumir el paradigma DESCOLONIZAR (el discurso político es una aberración de
ella). Es importante entender de que si bien no debería de existir homenaje a
Cristobal Colón, Pizarro, Almagro, Francisco Toledo, Barba de Padilla o
Gerónimo Osorio, en el caso Cochabambino, (más que el reconocimiento de un pasado
que nos hizo lo que somos [bueno o malo, no somos jueces]), podemos aprender de
su herencia histórica.
DECOLONIZAR (término más
apropiado desde las ideas de Walter Mignolo) es asumir nuestra propia
IDENTIDAD, desde nuestros valores, nuestro pensamiento, nuestra cosmovisión
diversa en una sociedad múltiple como la boliviana, nuestra creatividad desde
los distintos campos de la expresión artística, desde los diversos estratos
sociales, económicos, políticos o culturales, desde la multidimensionalidad de
religiosidades, o la pluralidad de lo que se preserva y lo que se transforma.
Seguir asumiendo que España nos
trajo "civilización" es tan retrógrado como aplaudir la supuesta
"humanización" de los indígenas locales en América Latina o la
negación de sus culturas y sus credos. Si bien no se puede negar el pasado
europeo, será importante aprender de ella para no cometer los mismos ERRORES, y
asumir una IDENTIDAD múltiple y heterogénea de lo que queremos y lo que somos.
Tampoco podemos dar continuidad a
la infravaloración de la herencia local prehispánica, al que se nos acostumbró
a tratarla como arcaica, inferior, o incivilizada. Este espejismo de
pseudo-superioridad de la época colonial es la herencia que debemos de superar.
Existe por tanto una doble
negación, una construcción simbólica que ha sido naturalizada para rechazar y
generar repulsión hacia lo que es diferente a nosotros. Que el blanco es el
“limpio” y lo negro lo “sucio”, que mi credo es de Dios y la del otro es del
“diablo”, que yo soy mejor por ser citadino y el otro no lo puede ser por ser
del campo. Una negación es la que se ejerce históricamente contra lo indígena y
lo popular. Y la otra, que no deja de ser negación, es la que nos empuja a una
construcción simbólica imaginaria como respuesta a la primera, es decir una
negación de lo español y lo europeo. Debemos por tanto ser críticos, caer en
esta doble negación es simplemente asumir una esquina de un cuadrilátero que no
existe, para enfrentarnos a alguien a quién vemos en el espejo. Eso es negar
que el boliviano o boliviana sean dimensiones de un mismo producto/resultado
histórico. Esta dialéctica y la consciencia de ella nos debiera de alejar de
tomar posturas maniqueas que solo dan continuidad a un Estado que aún no
reconoce su diversidad.
En este sentido, cada 12 de
octubre debe instaurarse una actitud constante de todo el año, no de negación,
sino de asumir nuestro presente en prospectiva de un futuro que nos haga ÚNICOS,
y a la vez, diversos como bolivianos en este mundo de complejidad y dinámica
cultural.
Este 12 de octubre debemos
reflexionar y ser maduros si queremos que nuestros hijos dejen de cometer los
mismos y pueriles errores. Tenemos que sumir consciencia de que podemos vivir y
co-existir entre diferentes, aprendiendo unos de otros (sin culturas superiores
o inferiores, sino diferentes y a la vez similares). ¿Quién dijo que debemos de
homogeneizarnos? ¿Dónde está la ley física que nos obliga a pensar en un
Estado-Nación, capaz de negar aquello que no considera dentro sus espacios y
que es capaz de oficializar lo ilegítimo bajo la invisibilización y subsumición
de las diferencias?
Una actitud diferente será asumir
la identidad boliviana de manera abierta y compleja, llegar a comunicarnos con
el otro, y no negarlo/rechazarlo a priori como usualmente estamos
acostumbrados. Si seguimos con estas actitudes del pasado (negando al otro y
cualificándolo como inferior desde nuestros valores, sin entender los suyos),
efectivamente no hemos aprendido nada.
Lograr un Estado Plurinacional,
no es un logro de un partido político a favor de un conjunto concreto de la
sociedad, sino un avance político a favor de la inclusión y el reconocimiento
de la diversidad cultural de la que tanto nos jactamos. La UNESCO o la ONU
arguyen el gran avance en la consolidación de un Estado Plurinacional, pero
aunque existe una norma, aún hace falta políticas públicas y culturales que
promuevan la interculturalidad y la comunicación de la diversidad cultural,
para de esta manera, superar la lógica occidental de los Estado-Nación que no
tiene nada que ver con fragmentar un país como en el caso de Cataluña, por dar
un ejemplo.
Reitero, si seguimos polarizando
y fragmentando nuestras territorialidades e identidades con discursos trillados
y mezquinos como lo hacen muchos políticos, o asumiendo una identidad
falsamente superior a la condición de otros que piensan diferente y sienten la
cultura diferente, entonces estos más de 500 años no hemos aprendido nada.
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