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Otro patrimonio arquitectónico perdido
En los últimos días algunos ciudadanos pudimos observar el estado de demolición “legalmente” constituido, que se desarrolla en la edificación patrimonial, (bueno, la que un día fue), ubicada entre la calle Chuquisaca, la calle Salamanca y la Plazuela Constitución. (ver mapa).
Recordemos que la edificación fue “Premio Municipal” en la década de los años 50, fue una de las obras del notable arquitecto José Manuel Villavicencio. Fue el mismo arquitecto que diseñó otras edificaciones del mismo estilo como la utilizada por TOYOSA en la final Av. Tarija y Av. América, el Club de Tenis en la Plaza de las Banderas, o el reconocido Estadio Felix Capriles.
A la fecha, a este patrimonio arquitectónico no declarado (según la Ley 530) se le ha demolido más del 95 % de sus estructuras para dar paso, muy probablemente, a la construcción de algún edificio “moderno” que le servirá de provecho a algún particular, bajo el argumento de “adecuación” de una “fachada patrimonial”.
Careta como patrimonio arquitectónico
Según Anton Ozomek, un defensor del patrimonio histórico en Málaga, donde el comportamiento depredador de edificaciones patrimoniales es similar al de Cochabamba. El experto explica que la sola utilización de una careta (restos), en este caso, de la edificación del arquitecto Villavicencio, es una falacia para la historia; “Un huevo roto y vaciado no es un huevo, es solo una cáscara; y un edificio histórico demolido salvo fachadas no es patrimonio histórico, es solo otra cáscara”, arguye Ozomek.
Según Anton Ozomek, un defensor del patrimonio histórico en Málaga, donde el comportamiento depredador de edificaciones patrimoniales es similar al de Cochabamba. El experto explica que la sola utilización de una careta (restos), en este caso, de la edificación del arquitecto Villavicencio, es una falacia para la historia; “Un huevo roto y vaciado no es un huevo, es solo una cáscara; y un edificio histórico demolido salvo fachadas no es patrimonio histórico, es solo otra cáscara”, arguye Ozomek.
De la misma manera, otros especialistas con los mismos problemas de demolición en la ciudad de Valparaíso en Chile, manifiestan su desacuerdo con este tipo de prácticas; “Es una visión fachadista que no es preservar el patrimonio. Los inmuebles pueden tener mayor contenido de valor patrimonial muchas veces en el interior y no necesariamente en la fachada”, sentencia Rosario Carvajal, presidente de la Asociación Chilena de Barrios y Zonas Patrimoniales.
La disimulada justificación que se da al no demoler el frontis de un inmueble como este (obra de Villavicencio), es en el fondo un falaz argumento que posibilita su destrucción total (por más cáscara que se haya dejado para preservar). En este sentido, el arquitecto Ignacio Ossa de la vecina ciudad del Valparaíso concuerda en que, “el camino más fácil al dejar una fachada es que el nuevo edificio no necesariamente entra en diálogo arquitectónico con lo que uno dejó de patrimonio. Es una mala práctica que claramente no le hace justicia […] para qué se está dejando un edificio que arquitectónicamente uno considera que es patrimonial, si después el nuevo edificio y su programa no entran en juego con él ni lo reivindican”.
En otras palabras, con la demolición de los interiores de esta edificación, hubiera sido preferible que la demuelan totalmente, porque al dejar sus restos (su cáscara), es como coloquialmente se describe cuando una persona ha sufrido de “mancharisq´a”, es decir ha perdido su ajayu (alma), lo que significa, en términos del patrimonio cultural, la pérdida simbólica irremediable de la estructura que alguna vez la albergó y que hizo de él un patrimonio arquitectónico.
Vista del interior de la obra de José Manuel Villavicencio. Fuente inédita |
La naturalización social del exterminio histórico
Por otra parte, esta pérfida participación de la extirpación de las pocas arquitecturas patrimoniales es un problema no solo de orden económico y político, sino sobre todo una cuestión cultural.
La indiferencia y la poca valoración que se le da a la historia a través de su arquitectura es un común denominador en la mayoría de la población boliviana y en general Latinoamericana. Las autoridades que administran la situación de estas estructuras con cualidad patrimonial (declaradas o no) en el Cercado o el resto de Municipios del departamento y del país, los empresarios inmobiliarios que lucran con la construcción de nuevas edificaciones que carcomen (las que representan y representaron) nuestro legado histórico, los representantes políticos en ejercicio de poder, quienes fabrican normas que protegen la historia y el patrimonio de los bolivianos, y quienes además se supone, son el ejemplo de amor y respeto hacia el bien común para la ciudadanía; Todos forman parte de esta naturalización por la aniquilación histórica del patrimonio (mueble e inmueble, material e inmaterial), el desapego hacia la identidad, el des-conocimiento de la autenticidad y del valor del patrimonio arquitectónico.
Propiedad privada Vs. Bien común
Se ha internalizado en nuestra sociedad la noción de patrimonio, de manera general, como un imaginario estructurado que lo define como un objeto de propiedad privada de alguien (o de algunos), cuya obligación (responsabilidad) recae en quién la administra, y no del conjunto social al que este administrador representa; Es decir, de las autoridades de turno y no con la co-participación de la ciudadanía. ¿Qué hacemos entonces si las autoridades desconocen de la importancia de estos bienes, y peor aún, deciden acciones que en vez de salvaguardarlo, contrariamente promueven su extinción? En consecuencia, imagínense si el ciudadano con poder (sea autoridad, político o empresario) tiene aversión y desestima por el patrimonio, peor aún es la conducta del ciudadano para quien en realidad no existe patrimonio como tal.
La mayoría de la población (ciudadanos de a pie o ciudadanos en ejercicio del poder económico o político) no ha tomado consciencia de que el patrimonio es la representación simbólica que se constituye por la apropiación de un pueblo, quien le asigna un “valor” y el disfrute de dicho bien cultural. Por tanto, en la realidad, el patrimonio arquitectónico que está desapareciendo, como otras formas de patrimonio, NO EXISTE, y sigue siendo en la práctica, propiedad privada de quien puede hacer una transacción (trato) con ella.
Aspecto deteriorado de las pocas edificaciones históricas que quedan en el casco viejo de Cochabamba |
La antropología de la des-patrimonialización
Una explicación antropológica retrospectiva de este des-arraigo por el bien común puede llevarnos otrora hacia la época colonial en América. Las nociones eurocéntricas heredadas y difundidas desde la llegada de los primeros habitantes españoles en América y su modelo de “civilización occidental”, subsumió la concepción imaginaria local de “propiedad común” (comunitaria o comunal). Se instaló desde entonces la noción romanizada de la propiedad privada, extirpando de esta manera (durante la colonia, la república y el propio estadio del Estado Plurinacional) cualquier visión social por el bien común referida al patrimonio arquitectónico. Por una parte por el des-entendimiento del valor por parte de quienes tienen el poder económico y político para influenciar las determinaciones sobre el futuro de estas edificaciones, y por otra, por el “nomeimportismo” de los ciudadanos de a pie, a quienes no incomoda la situación en lo más mínimo.
Valga mencionar que el patrimonio cultural también cuenta con otras variables que no mencionaremos, que si tuviéramos que hacer referencia a términos de “usos” que se asigna a un patrimonio por un conjunto social, esta reflexión tomaría otra dirección. Pero lo claro, es que las áreas urbanas, y en este tiempo también las áreas rurales por el espejismo del “desarrollo” y la “modernidad”, están fagocitando lo que queda de patrimonio histórico, en ausencia a esta conexión que propicia la “ultilidad” o no de un bien cultural.
De esta manera las contradicciones hacia el patrimonio arquitectónico en Cochabamba son entendibles (siendo sarcásticos). El notable maestro José Manuel Villavicencio, quién fue el autor de este patrimonio estructural histórico y un arquitecto de gran importancia en la mitad del siglo XX, sobre todo por sus trabajos en la ciudad de La Paz, retornó a Cochabamba por problemas de salud, lugar donde murió pobre y sin reconocimiento (protección) de sus obras. Con la pérdida de una de ellas, se aplasta, se demuele y se hace polvo, el legado de un notable.
En concreto, ¿Patrimonio k´ochala?, NO, patrimonio de NADIE.
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