Hace algunas horas de haberse lanzado la "Plataforma de defensa cultural de Bolivia", me llamó la atención uno de los comentarios de la Ministra de Culturas de Bolivia, Wilma Alanoca: “Lo primero es la consolidación y patrimonio de Bolivia y evitar que -algún otro país se lo apropie-..." !Miércoles¡ lo "primero" en las aspiraciones de la mayor entidad de cultura del país es echarle candado al legado cultural de propios y extraños. Me explico enseguida.
Quisiera preguntarle a la
"experta" de culturas, Wilma Alanoca, ¿Patrimonio es un "Bien
privado", o es un "Bien común"? Vayamos por partes.
Este
primer cuestionamiento coloca en evidencia la contradicción con los fines de
una plataforma que más bien debiera de promover y difundir la personalidad de
las culturas bolivianas y dejar de lado las aspiraciones de la herencia colonialista
por la que se deja regir.
Las primeras y superficiales
aclaraciones mías develan que es necesario descolonizar nuestros criterios de
autoridad antes de intentar hacer algo por las manifestaciones culturales
dentro y fuera de este territorio llamado Bolivia. Y es pues de entrada que el
“nacionalismo” (de herencia colonialista y todo el significado histórico que
representa), es una oposición a la diversidad cultural, que no es otra cosa el
reconocimiento de la “plurinacionalidad”, y es con este enfoque “nacionalista”
con el que pretendemos contradictoriamente “defender” la diversidad cultural. ¿Me
dejo entender?
"Protegerla" no es pues
prohibirla, sino evitar que las futuras generaciones no la abandonen,
"defensa" no es emular la imposición de fronteras y barreras como las
que nos impusieron la colonia con los imaginarios de los Estados-nación, modelo
que intentó fraccionar las identidades culturales para luego declarar a cada
pieza cercenada como exclusiva del territorio impuesto. Y peor aún, entender
esta complejidad y síntesis cultural en la actualidad con una mentalidad digna
de la colonia, negando las dinámicas etnohistóricas y antropológicas.
"Defensa", es promoverla,
es cultivarla, es recrearla, es dejarla libre para que se exprese con libertad,
valga la redundancia. Enjaular las expresiones culturales inmateriales es pues
una triste contradicción cuando muchas de las que tenemos tuvieron influencia
externa. Un buen ejemplo son los “dragones”, símbolos que forman parte de la
famosa “diablada” boliviana. Invito a investigar sobre el origen de esta figura
que forma parte de la indumentaria de la diablada boliviana para que tomemos
consciencia de que no existen culturas puras, y que casi todo, en todo tiempo,
ha sido producto de una síntesis de influencias culturales locales y/o
foráneas. Si no fuera así, los españoles deberían de reclamarnos en la
actualidad el legado y la influencia en nuestras danzas y folklore. Si hacemos
caso a esta lógica habría que decirles a los jóvenes coetáneos bolivianos que
dejen los otakus, los cosplay, o el k-pop porque estaríamos “copiando la
cultura y el patrimonio”, según palabras de Wilma Alanoca. ¿Podremos prohibir a
la cultura ser apropiada por propios y extraños?
Apropósito, Ecuador tiene su
propia “diablada” denominada Diablada Pillareña, sin mencionar otras
representaciones folklóricas que tienen como elemento central al diablo. ¿Esto
significa que Ecuador le hurtó o copió su cultura a Bolivia?, pues no. Es
simplemente expresiones culturales que fueron cobrando su propia identidad al
paso del tiempo. Escuché decir que la “cueca” es patrimonio de los bolivianos,
pero es fácil desmentir tal cosa con solo navegar en internet y buscar esta
síncresis cultural que también se encuentra desde hace mucho en Chile o Argentina,
sin mencionar otros más, algunos con otro nombre y otras con sus propias
particularidades.
Por otro lado, "Salvaguarda",
no es colocar tus preciadas representaciones en un baúl de la estatización y
encajonarla entre los ojos vigilantes de quienes regulan su reproducción.
"Salvaguarda" es preservar, y según la UNESCO, es garantizar las
medidas necesarias para que las futuras generaciones disfruten del legado del
pasado y del presente. No entiendo el afán de preocupamos más de la supuesta
"defensa" ante los vecinos, que de nuestra propia dejadez interna
donde la cultura y el patrimonio siguen siendo un mero decorativo y ornamento.
En fin, es lastimosa y paupérrima
la concepción de la cultura y el patrimonio
de quiénes ejercen el "poder", ¿No hay en su entorno alguien que les advierta
sobre estas contradicciones al intentar privatizar lo imposible? Bueno, lo
único que me calma es que ni con mil plataformas podrán frenar a las culturas,
ni aldabarlos, ni ponerle límites, ni candados.
De esta manera, la cultura tiene
una territorialidad que supera estas delimitaciones imaginarias traídas por
occidente con la adopción del “ecumenismo” (palabra que deriva del griego
oikoumene cuyo significado es “tierra habitada”). La posesión y usurpación de
tierras fue justificado por este paradigma, del que luego siglos después
nacerían los Estados nacionalistas en América. Sin embargo en la actualidad aún
existe resistencia a esta manera colonial de ver las cosas, es la resistencia
hacia el individualismo en contraposición a lo colectivo, es decir el bien
privado Vs. El bien común. Por eso no es
extraño ver a los Maroyu en Perú, o al “Cholo Juanito” en Bolivia, en cuyos espacios
es tan natural para sus públicos el zapateo, los chistes, y el colorido de sus
expresiones, es más, no parece existir una frontera que las limite a la
interpretación común. Las expresiones de la herencia aymara es una muestra de que esta
territorialidad ha superado el continente gracias a la incorporación de las TIC
en la producción cultural. El mundo en la actualidad está hiperconectado, y este
es tan solo un ejemplo de cómo la cultura no puede ser un bien privado en
custodia de una institución que pretende regularla.
¿Queremos ser reconocidos frente
al mundo por su diversidad cultural? Para eso se construye #IDENTIDAD, no
"bienes privatizados ni privatizables" y menos de “propiedad
intelectual” en cuestiones inmateriales de la cultura, muchas de estas que son
legado de la humanidad (no tan solo de los bolivianos) nacieron porque son
intrínsecas al ser humano, no nacieron como los bienes y servicios del comercio
cultural con un afán de rédito particular, primera reflexión. Si me equivoco,
entonces reto a que seamos los primeros en devolverles la tucumana o la salteña
recientemente declarada "patrimonio” que se disputan un par de departamentos
bolivianos, (como dice Wilma Alanoca) respetando su #ORIGEN. ¿No se enteró que
estas exquisiteces nacieron en Argentina?
Los usuarios que leen esta
opinión dirán, ¿Es que acaso Danny no eres boliviano para “defender tu
cultura”? Y yo les contesto, sin ahondar en un análisis muy detallado lo
siguiente. Bolivia no es pues el centro del universo ni el centro de atención
de este planeta, recordemos solo nuestro pasado histórico para comprobar que la
influencia española abarcó casi todo el continente Americano, excepto por las
que fueron influenciadas por Portugal e Inglaterra. Entonces no podemos
alegremente creer que nuestra riqueza cultural fue el resultado unívoco de un
fenómeno exclusivo para los bolivianos, es más, antes no existía Bolivia como
territorio ya que los territorios antes de la colonia eran otros, la
territorialidad era otra. Por eso es fácil de notar las semejanzas con otras
expresiones culturales como las andinas o las aymaras que van más allá de los
límites que definen nuestros países, sin mencionar a otras y los procesos de su
evolución.
Lo que pasa es que las
expresiones sincréticas resultantes de la colonización y la herencia nativa
fueron especializándose, por eso no es extraño ver parecidos (que se suelen
confundir como “copias” cuando actuamos de una manera etnocentrista). Por otra
parte, es muy probable que algunas de nuestras danzas hayan tenido origen en
este territorio llamado hoy Bolivia, pero eso no significa que este solo haya
abarcado solo el territorio delimitado por la noción eurocéntrica. Es pues de manera superflua que durante ese
origen haya sucedido lo que sucede con la moda, producto de las migraciones
culturales y la simbiosis cultural que influencia, a la vez que es influenciada.
En fin, el ser humano por
naturaleza crea, y recrea. Bajo estas lógicas estatales les estaríamos diciendo
a los jóvenes bolivianos, sobre todo a sus hijos y nietos que ahora son norteamericanos
en EEUU, que no sigan promoviendo el “Salay” porque es patrimonio de los “bolivianos”,
y los norteamericanos no podrían apropiárselas (es decir, hacer de ella un
patrimonio cultural) porque nuestra colonialidad nos dice que no les pertenece
(aunque sean descendientes de bolivianos), ¿Entonces para qué se promueven? Dirán,
pero si las usan que reconozcan su origen, entonces seamos los primeros en
reconocer que no nos pertenece todo aquello que influyó en lo que somos, y que
no es nativo. Es absurdo, lo sé, pero es el mejor razonamiento lógico para
intentar tomar consciencia de lo imposible que es pretender auto-atribuirse una
“propiedad intelectual” de algo que es en suma una propiciación colectiva, no
solo en su origen, sino en su re-producción.
Este pequeño análisis no pretende
desvalorizar las culturas bolivianas, sino de elevar el espíritu crítico y
visibilizar ese espejismo mental que nos hace creer que nuestra cultura es
única y que las del resto son simple imitación, a ese espejismo mental se le
llama colonialidad. El patrimonio no es la imposición oficializada con una nomenclatura,
pues no sería más que eso, nominal. En cambio patrimonio cultural según los
estudiosos, es la apropiación colectiva de alguna representación simbólica al
que se le atribuye pertenencia, y esta por supuesto, no tiene límites.
Culmino con esta reflexión
copiando la cita de la postura de la UNESCO
al respecto: “La Convención se centra en
salvaguardar el patrimonio cultural e inmaterial y no en proteger legalmente
manifestaciones concretas a través de derechos de propiedad intelectual, que a
nivel internacional recae principalmente en el campo de la competencia de la
Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. Sin embargo la Convención
señala, en su artículo 3, que sus disposiciones no pueden ser interpretadas
para que afecten los derechos y obligaciones de los Estados Partes derivando de
cualquier instrumento internacional relacionado a los derechos de propiedad
intelectual. La aplicación de los derechos de propiedad intelectual con el
marco legislativo actual no es satisfactoria cuando se trata de patrimonio
cultural intangible. Principales dificultades están relacionadas con su evolución
y la naturaleza compartida, así como al hecho de que a menudo es propiedad colectiva”.
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