Vistas de página en total

lunes, 11 de noviembre de 2019

MEDIOS, PODER Y NOTICIABILIDAD



¿Qué rol tienen los medios frente a esta, denominada por unos, como "recuperación de la democracia", o "Golpe de Estado", por otros? ¿Cómo se construyen las percepciones sociales y estas versiones polarizadas?

En medio del caos, tanto en Chile como en Bolivia respecto de las crisis sociales, los medios juegan un rol demasiado importante, y subrepticiamente estas industrias trabajan -en este momento- en sus procesos productivos de información, exponiendo fragmentos de la realidad -y censurando otros-, por diversos factores; " […] que la clase de noticia que recibe la atención de los medios y la manera en que se las presenta, tienen consecuencias importantes para los regímenes políticos. Sensibles al poder los medios informativos para influir en la agenda política, los gobiernos de todo el mundo tratan de controlar la producción de los medios, forma e informalmente". (Graber, 1981:79)

Esta selección, proceso de producción,  organización productiva y del trabajo, y comercialización/difusión, también cuenta con un carácter individual en el tratamiento, es decir el proceso de la información pasa también por la subjetividad del propio periodista y los factores que en él la definen; "Habría que estudiar la ideología de los informadores para entender mejor la capacidad o disposición ante ciertos temas y, por consiguiente, su mediación. Ideología del informador desde el criterio de su caracterización profesional: ámbito sociocultural de procedencia, nivel de estudios, titulación profesional, modo de reclutamiento o contratación, aspiraciones y posibilidad de promoción, política de formación permanente del canal, grado de participación o intervención en las decisiones y sobre todo la escala de valores o criterios profesionales de noticiabilidad" (Barroso. García, 1992: 82)

Estas visiones se convierten en miradas reduccionistas (como noticia), definen el conocimiento social y por tanto las posiciones políticas respecto de un hecho. De esta manera una de las dimensiones que establece la noticiabilidad o no, de una información, es configurado por factores intrainstitucionales del medio, sean estas valores/noticia de la institución o de la propia persona, invisibilizando fragmentos de la realidad que podrían amplificar los significados sociales; "Estas características de fondo pueden explicarse por las modalidades productivas de la información: el conjunto de factores que determina la noticiabilidad de los acontecimientos permite realizar cotidianamente la cobertura informativa, pero obstaculiza la profundización y la compresión de muchos aspectos significativos en los hechos presentados como noticias.(Wolf; 1987: 219).

La "opinión pública" (dentro y fuera de Bolivia) -que es también una construcción social de los media-, es resultado de los factores que intervienen en el proceso productivo de la noticia. En sociología de la comunicación le llamaríamos el proceso de difusión del conocimiento social. En comunicación social estaría determinado por la noticiabilidad de un hecho.

En 1976 David Altheide definió la NOTICIABILIDAD como una perspectiva práctica sobre los acontecimientos; Enunciación que Mauro Wolf acentúa especialmente por considerar que toma distancia de aquella visión arbitraria impuesta a la selección del trabajo informativo. De hecho, no duda en asociar esta noción, con lo que ahora puede llamarse “cultura periodística”, en clara alusión a ese proceder que se erige en el propio seno de la relación intrainstitucional, el papel que la empresa y el lugar que sus propietarios ocupan en el tejido social-político, los valores que rigen la tarea informativa y las experiencias personales puestas en juego por el periodista.

Sobre este punto Mauro Wolf afirma: “[...] desde esta perspectiva, es noticia lo que –hecho pertinente por la cultura profesional de los periodistas– es susceptible de ser trabajado por el aparato sin excesivas alteraciones y subversiones del normal ciclo productivo”. (Wolf, 1987:217).

Por otro lado, este análisis se expande también a esos medios que son a la vez protagonistas, es decir las RRSS.

La convergencia sin duda ha complejizado aún más el panorama, porque existen informadores con sus propios valores/noticia (polarizadas al respecto, en la mayoría de los casos en este contexto); "Hoy tenemos que saldar cuentas no sólo con las interpretaciones erradas de los testigos oculares, con el trabajo de los corresponsales, con la mediatización de las agencias, etc., sino también con los efectos ulteriores del newsmaking, de las nuevas tecnologías, de Internet, de los web-sites, que no sólo hablan sobre ciertos hechos y situaciones, sino que contribuyen a la imagen general del mundo, y a delinear el, en parte, nuevo paisaje de experiencias y de valores dentro del cual nos movemos (Bettetini y Fumagalli, 2001:29-30).

La dificultad de distinguir la información de la desinformación, es tan solo un efecto corrosivo ante la creación de una opinión pública con sus versiones (en este caso polarizadas) para el gusto de cada individuo y sus disposiciones subjetivas.

Cuando no existe control de los datos de parte de los usuarios (en el sentido de ejercitar mecanismos de constatación de los hechos), y la falta de una cultura informativa (en contra de los fakenews), e instituciones que garanticen la posibilidad de un abanico mayor para el contraste de datos, el conocimiento colectivo puede tomar cierta forma (intencional o no), respecto de la propia realidad social, como vemos en las calles y en la percepción de quienes son ajenos al contexto donde se suscitan. Esto, al respecto de las luchas geopolíticas de parte de polos opuestos como EEUU y Rusia, a través de empresas de comunicación y la manera en cómo encaran una noticia.

Mayores datos, no significan mejor información, pues algunos autores afirman que la hiperinformación no se traduce en mejor calidad en el conocimiento de la realidad social. Más si no existe predisposición a esta cultura de calidad informacional, comprobada y contrastada, de parte de los ciudadanos.

Por lo mencionado, el público sólo tendrá una idea certera de aproximación a la realidad, en la medida que confronte realidades diversas construidas por la pluralidad de medios para: “contrastar las semejanzas y diferencias de criterios en la selección, valoración y presentación”. (Barroso.García,1992:85)

Para aquello es necesario el fomento y la instauración de medios alternativos (por medio de políticas de comunicación/cultura), respecto de la gran mayoría de los que determinan sus contenidos por criterios económicos y políticos. Devolverle al interés público la comunicación su carácter "social", no es una aspiración, sino un derecho humano avalada, por ejemplo, por la UNESCO o la ONU.

Las empresas de comunicación, al ser parte de las industrias de la cultura, comercializan productos con contenido ideológico y simbólico, que afectan las relaciones sociales, y por tanto los sentidos de sus consumidores. De esta manera es necesario estar advertidos y tomar consciencia respecto de quiénes, qué y para qué razones delegamos a terceros la responsabilidad de informarnos.

No olvidemos que los periodistas e informantes son personas falibles, sujetos a factores externos e internos al momento de intentar retratar la realidad; "Resulta interesante en este punto las contrariedades que pueden advertirse en el proceso de construcción de realidad y los intereses que giran en torno a ello; Aseveraciones que ponen en tela de juicio aquello que definíamos inicialmente como la fábula periodística en torno a conceptos de objetividad y neutralidad" (Godoy, 1993)

Mientras, las pugnas por el poder tienen sus propios efectos en sus relaciones con los medios de la industria de la información. Nosotros estamos en medio de ella.

domingo, 13 de octubre de 2019

ELECCIONES 2019 E INDUSTRIAS DE LA COMUNICACIÓN



Desde el punto de vista de la Economía política de la comunicación notemos una evidente polarización, una, cuya encuesta (realizada por ViaCiencia) expuesta por el periódico "Opinión", en el que aparentemente Evo obtiene 43.2 % por delante de Mesa -sin necesidad de ir a segunda vuelta-, y otra encuesta (realizada por Mercados y Muestras), expuesta por su par "Los Tiempos", en el que contrariamente Mesa iguala a Morales por detrás con 1 %, obteniendo un 45 % en una segunda vuelta.

Más allá de estos datos, y las posiciones atrincheradas de quienes validan una y otra encuesta, es importante analizar una cuestión de fondo; "las instituciones están determinadas económica y políticamente. Estructuran y son estructuradas por esas determinaciones”. (Becerra, 2010) Es decir, se trata - más allá de los focus group, sondeos, entrevistas, etc.- Y las técnicas de recolección de información-, de aquellos elementos que estructuran y validan dichas encuestas y los sentidos que se transmiten a través de los canales mediáticos (punto-masa), en este caso tradicionales.

Como sucedió en Argentina (hace poco) con las elecciones primarias y las empresas encuestadoras, muchas de ellas expuestas ante los resultados que contradijeron sus datos, aquí notemos una semejanza con este método de las "encuestas". Al parecer, algunas de estas empresas -en apariencia- consagran datos en la agenda pública (o por lo menos lo validan o legitiman, por medio de la mediación) -con sus fichas técnicas-, que a su vez es instrumentalizado (agenda setting) por el medio que lo expone.

Esto nos dice, por simple intuición, que la carga simbólica que transmiten estas encuestan intentan determinar la inclinación del voto, a favor o en contra. Lo más serio, y aquello que no suele ser sujeto de análisis, es la cuestión de quiénes (personas con capacidad de decisión sobre las líneas editoriales, accionistas, asociaciones, organizaciones, etc. o cualquier forma de control/poder de estas empresas de comunicación), establecen la difusión de una encuesta u otra, y por tanto la transmisión de ciertos sentidos y las razones que los motivan.

Solo podemos concluir (por sentido común) - sin una exhaustiva investigación fundamentada-, que algunas empresas de comunicación -subrepticiamente-, nos demuestran su inclinación política. Esa inferencia nos lleva a otro plano, el histórico y el ideológico, es decir, que alguno busca "llevarse bien con el posible vencedor de las elecciones" y el otro "sacarlo del camino" (como fue en el pasado desde las implementaciones tecnológicas de los MASS MEDIA y las pugnas por su consolidación y sus mecanismos de expansión).

Lo que no necesita de investigación es recordar simplemente que en la historia de Latinoamérica fueron -en su gran mayoría-, gobiernos "liberalistas" las que más han favorecido a las empresas de comunicación (cuyas estructuras de propiedad, en su mayoría privadas), han fortalecido su alta concentración económica, su eje monotemático ideológico, su expansión y centralismo geográfico, entre otros, por medio de las legislaciones y relaciones de poder, que los sostienen o limitan. (Un ejemplo pequeñito, canal 5 Bolivisión, pertenecía a Ernesto Asbún, fundador y exdueño de Lloyd Aéreo Boliviano, vendió el canal al mexicano Ángel González, propietario del conglomerado mediático Albavisión. Mismo dueño de empresas de comunicación en diversos países de América Latina, sólo nótese sus contenidos para advertir la presencia de Televisa de México).


El peligro del establecimiento de estos monopolios, oligopolios - y sociedad anonimizadas-, es que tejen redes que limitan el espacio público y su acceso, y por tanto los derechos humanos y la libertad de expresión (muy al contrario de lo que suelen defender), ya que los productos informativos se rigen bajo los lineamientos de la economía capitalista, requieren cumplir con sus fines comerciales. Por eso no es raro la importación de formatos en programas, denominados por muchos, como trash, o los talk show, que se adecuan a nuestro contexto.

Aprovecho (intencionalmente) la ocasión para establecer en -otra- agenda, un futuro debate sobre los estudios culturales y los estudios sobre economía neoclásica de las industrias culturales. Como diría en conclusión, en palabras de Santiago Marino (2011); "Los medios de comunicación son instituciones complejas con doble acción y mediación de intereses: políticos y económicos. A partir del tipo de mercancía con la que trabajan —que tiene doble valor, material y simbólico— componen un actor particular y con consecuencias especiales a partir de sus acciones. Intervienen, afectan y constituyen (aunque no determinan, o al menos no se comparte aquí esa idea) el espacio público, que es un espacio político".

En fin, los medios de comunicación juegan un rol importante en la construcción de afinidades políticas en pro de sus intereses comerciales. Alguien dirá, ¿Y las pruebas de la existencia de estos conglomerados locales, regionales e internacionalizados? Solo cuestionemos sobre, la existencia o no, de información pública sobre los propietarios y/o sociedades cuasi-anónimas y anónimas, que rigen sobre control de medios y sus monopolios. ¿Dónde encontramos esta información?

domingo, 29 de septiembre de 2019

MEDIOS, CULTURA Y HEDONISMO




Hace un par de años leí acerca del Hedonismo, una doctrina moral que establecía la satisfacción como fin último del ser humano. Esta corriente doctrinal surgió entre los siglos IV y III a.C. en la antigua Grecia. Su cimiento fue – y aún lo es- la búsqueda del placer, asociado con el bien. 

Lo interesante al adentrarme a la lectura, fue descubrir que existían dos corrientes clásicas. Una, la cirenaica, que afirma que se debe priorizar el placer individual de manera inmediata, ignorando los intereses de los demás y sin preocupación, centrando el placer en el “hoy”, sin pensar en el futuro que es “incierto”, ni sus consecuencias. 

La otra, el epicureísmo, menciona que el placer no debe arriesgarse a la satisfacción “innecesaria”, es decir, el placer inmediato tiene consecuencias en el “futuro”, y por tanto existen placer naturales, necesarios e innecesarios, estos últimos son momentáneos, describen los textos.

Otrora, analizaba estas últimas semanas las publicidades televisivas asociadas con medicamentos. Cuando veía alguna publicidad sobre analgésicos, recordaba esta doctrina cirenaica. 


Me tomé, entonces, la molestia de anotar las narrativas subrepticias que estos contenían al respecto. Intenté observar el comportamiento de la gente, y constataba los efectos de la mediatización de estas ideas –publicitarias- con esta especie de “cultura del placer” que se mediatiza.




En tanto, una de estas publicidades llamó mi atención: Varios clientes entran a una farmacia solicitando un producto en particular (analgésico). Ingresan uno por uno, y le exigen al farmacéutico; “Me está matando el dolor de espalda. ¿Tienes –tal producto-? Ingresa otra; Me parte el dolor de cabeza, ¿Tienes –tal producto-? Ingresa otra; Me duele el final de anatomía, ¿Tienes –tal producto-? Ingresa otra; Me duele la clase de Crossfit, ¿Tienes –tal producto-? Ingresa otra; Me duelen las vacaciones de mis hijos, ¿Tienes –tal producto-? Ingresa la última persona; Me duele mi primer trabajo, ¿Tienes –tal producto-?”.

A parte de las narrativas, las imágenes muestran a la farmacia como si los clientes fueran usuarios que compran productos básicos en el mercado “La pampa” en día “de feria”, y el producto único y solicitado, es este analgésico. ¿Desde cuándo los analgésicos se consumen como masticables?

Volviendo a la realidad, tomé mayor conciencia respecto de que la gente se queja de todo, y la solución mágica “sin consecuencias”, a las que hacía referencia Aristipo de Cirene -discípulo de Sócrates y fundador del hedonismo cirenaico-, ha sido rentable para la industria farmacéutica –y otras-, que propician, voluntaria o involuntariamente, una dependencia hacia el placer “inmediato”, ese hedonismo cirenaico. Sin embargo, Epícuro de Samos, fundador del epicureísmo en el 300 a.C., razonaba sobre las consecuencias futuras y desmedidas a cerca de la búsqueda del placer. 



Sabemos, por suficientes evidencias, que el uso desmedido de medicamentos, sean analgésicos o no, tienen repercusiones y efectos colaterales. Por ejemplo el consumo excesivo de ibuprofeno y paracetamol pueden afectar el aparato digestivo, causando desde gastritis hasta hemorragia digestiva, que puede terminar en cirugía. 

Otros medicamentos pueden ocasionar daños renales y nefritis, en el caso de excesiva ingesta de antinflamatorios. Sin mencionar que los medicamentos psicotrópicos (para las aflicciones emocionales o los dolores no físicos), pueden generar dependencia o daños multiorgánicos, como parte de los efectos colaterales por sobre ingesta. 

Ahora bien, debemos asumir conciencia de que, si bien los medicamentos fueron diseñados para coadyuvar algún tratamiento, una operación, o una sintomatología, es importante (y por recomendación de un especialista), saber cuándo debemos de usarlos.

Por otro lado, este espejismo de “fobia al dolor”, al expandirse en el mundo moderno, puede fácilmente ser constatado, por usted, en las calles, las oficinas, con los amigos o los familiares, al escuchar quejarse de una “macurca” en las piernas por asistir media hora al spinning; o de alguien que se sentó media hora en el bus en el que se trasladaba, y que este, le causó dolor en las nalgas por estar privilegiadamente sentado. 



Pareciera que las incomodidades nimias o efectos superficiales por frío o calor; o a las primeras señales de frustración, tristeza o ansiedad, son resueltas con la ingesta de un fármaco. 

Mientras, hemos perdido la noción de que, otros asumen el trabajo físico en jornadas de más de 12 horas en labores de construcción, o niños en África, que tienen que trasladarse kilómetros a pie (descalzos), todos los días, para conseguir un litro de agua para beber y cocinar.

El consumismo, no solo de productos materiales, sino del consumo de sentidos transmitidos a través de la mediatización de estos productos, proyecta en el consumidor, una suerte de confusión sobre el límite del estado de bienestar con la hedonista. 

En fin, Epícuro recomienda, como en sus tiempos que, “hay que evitar por completo los deseos innaturales e innecesarios, pues el placer o satisfacción que producen es efímero”.

domingo, 30 de junio de 2019

¿LEY DEL ARTISTA O LEY PARA EL ARTISTA?

El dependentismo estatal


Este asunto de la Ley del Artista, en los últimos días, y tras las negativas de sectores de avalar la propuesta emitida por parte del Ministerio de Culturas y Turismo, despertó nuevamente el debate por la Ley de Culturas. De la misma manera, indujo a la manifestación de sectores que no se sienten representados, por aquellos organismos que lograron cohesionar algunos de estos.


Este ambiente de discrepancias, en esta visión ambigua del arte y la cultura, solo coincide en que Bolivia necesita urgentemente una Ley de Culturas, que conjuntamente con otras normativas específicas, permita un cambio de paradigma, y un ordenamiento de la caótica e inerme realidad cultural -en términos de institucionalidad-, además de garantizar ciertas consignas que son elementos en común para casi todos los sectores, visibles e invisibles, para el Estado.


Sin embargo, notamos encendidas reyertas verbales en algunas de sus reuniones, donde –al parecer-, todos quieren algo de la torta subvencional del Estado, o el Estado quiere consolidar su posición recurrente de mecenas. Un camino muy desatinado, según algunos analistas, por la limitación de libertades a cambio de “privilegios”. Además de colocar fronteras a las acciones creativas de los artistas, y sin mencionar el darwinismo sociocultural que ocasionaría. 


Lo cuestionable en este debate por la diversidad de propuestas sectoriales, es que en su mayoría, se tropieza con la zanca del dependentismo estatal y su tutelaje. Una lógica que aún no se supera en los mecanismos de gobernabilidad y ciudadanía. Es una cuestión histórica que se hereda. Nos hacen creer, casi de manera común, que necesitamos vitalmente de un “mesías” personificado o institucionalizado para depender de este. Un tema que se debe debatir desde las ciencias sociales, apropósito de nuestra realidad. Pero, dejémoslo para más adelante.


Crítica al individualismo sectorial


Algunos percibimos que se confunde las necesidades y aspiraciones de las células artísticas (y hasta personales en algunos casos, de forma subrepticia), con aquellas que deberían de procurar el desarrollo de los -otros- involucrados, que no necesariamente forman parte de la práctica artística y cultural, al que pertenecemos cada quien. Me incomoda que - sin haber aprendido de los errores y fracasos de anteriores convocatorias-, hoy, cada quien siga velando por sus intereses sectoriales, muchos de manera caprichosa.


Leo, observo, escucho, casi todo lo que se debate al respecto, y solo llego a la misma conclusión; que cada quien tiene su propia concepción egocéntrica de "cultura y arte", y la quiere imponer al resto. Algunos, lo han visto como escenario para el “oportunismo” y el clientelismo Estatal. Otros, para el sostenimiento de los monopolios de poder en el campo de servicios culturales que se ofrecen al Estado y las empresas. 


Vivimos el debate por esta norma bajo esta conducta clientelar y partidarista de muchos sectores. Algunos, recién intentan organizarse, pero desconocen el procedimiento, además de que otros dependen de terceros para sistematizar sus ideas, necesidades y aspiraciones, asumiendo implícitamente las reglas de los que tienen más experiencia, control y poder.


Es importante dejar en claro que no generalizo esta situación, pero es de conocimiento público - y en algunos, subrepticio-, de que existen diferencias en las ambiciones sectoriales de los artistas organizados y en relativa asociación, sin mencionar el anquilosamiento que sufren áreas que se subalternizan, y otros a los que se los ignora o desplaza. 

Lógicas colonialistas


Ahora bien, el problema no es manifestar la multiplicidad de visiones de los sectores implicados, sino de la imposición de ideas y proyectos al conjunto mayor (vengan estas desde la hegemonía Estado, o de los sectores organizados, hacia el resto de manifestaciones y sectores que ejercitan el arte). Lo que me lleva a pensar en que, efectivamente, sino se define un marco epistemológico más amplio y crítico, de manera consensuada, no solo por los actores culturales – organizados bajo sus propios intereses-, sino también por el académico e institucional, seguiremos pateando aire entre todos los involucrados. 


La crítica a la coyuntura de este debate, insiste en que cualquier tipo de manifestación cultural subalternizada -histórica o políticamente-, y considerada fuera de los canones del arte hegemónico ilustrado, merece ser tomado en cuenta en la dimensión inclusiva de la cultura, que se supone está inscrita en los legajos de la Constitución Política del Estado de Bolivia (CPE). 


Esta otra mirada, denominada por las ciencias sociales como “giro cultural”, debe asimilarse no solo por el Estado, sino también por los propios artistas, incluyendo a los –otros- actores culturales (gestores, promotores, animadores, educadores culturales, etc.) 


Arte y Paternalismo


En concordancia, según vemos los últimos años, los artistas suelen conformarse –en gran medida-, con esta fijación hacia el paternalismo de Estado, y el dependentismo de fondos de fomento, cuando la tarea más importante es que el Estado (y el empresariado privado no se exime del rol), se convierta en promotor/gestor, más que financiador, en propiciador de mecanismos de inclusión, más que de acreditador. Que sea capaz de coadyuvar en las dinámicas culturales; y los artistas -acreditados o no, por el Estado-, desarrollen sus capacidades, para vivir efectivamente de eso, es decir, de su arte, sin el asistencialismo financiero, autónomos de su creatividad y dueños de su respectivo “progreso”.


El actual debate debe encarar, más que las necesidades inmediatas de los sectores, el ambicioso diseño prospectivo que responda el cómo lo construimos entre los vinculados, y no solo entre los que tuvieron capacidad de convocatoria. No puede, ni debe (la Ley de Culturas, o la susodicha Ley del Artista), formularse a puerta cerrada con un segmento de los actores culturales sindicalizados y organizados, negando la existencia de otros miembros del conocimiento y la práctica social.


Crear comunidad, no solo es generar redes de cooperación, sino del cultivo por el reconocimiento de los (otros) que también expresan el arte de modo alterno, y la comprensión conjunta de la complejidad sociocultural. Es generar una especie de cibernética social con perspectiva intercultural.


Por su parte, el Estado debe superar las supraestructuras históricamente construidas, en la manera de hacer gestión pública de la cultura, y cambiar su modelo verticalista dependentista, por un modelo descentralizado del poder y de desarrollo endocultural. 


Las entidades públicas deben ser capaces de institucionalizar su misión, y abolir la consigna politizada que genera retrocesos en cada gestión. Una de las grandes ambiciones que debería mover al inmenso colectivo de actores y protagonistas del arte y la cultura, es que estas -dependientes o no, del Estado-, se institucionalicen. Casos vemos en Perú y Chile, sin ir más lejos. Más claro, no más zapateros de cirujanos. Tomemos conciencia de que los ciudadanos somos co-responsables de que se haya naturalizado esta conducta retrógrada.

El todo es más que la suma de las partes


La idea básica es, no solo garantizar y fomentar el quehacer cultural en Bolivia para los sectores organizados, sino también el de garantizar el libre ejercicio del arte o las culturas -con los mismos derechos y obligaciones-, para quienes se encuentran indiferentes a las reglas impuestas por el Estado, o simplemente internalizan el arte como experiencia lúdica o de ocio.


Llegar a un punto de equilibrio, lleva tiempo, como todo, en un proceso de gestión de la cultura, pues la construcción, cambios de paradigmas y transformación social, no manifiestan su impacto de la noche a la mañana. Requieren primero del diseño de un proyecto cultural estratégico; (Aunque suene redundante, es también un proceso en de-construcción y re-construcción de la práctica social e institucional). Muchos confunden a este diseño como Ley Marco de Culturas, cuando este último debiera ser parte de los resultados del proceso. Por esa razón aludo con énfasis el término “estratégico”.


Con lo mencionado, tampoco afirmo que en este tiempo de lucha -de parte de sectores organizados y afines-, no se hizo nada. Es importante adjudicarlo como un background, que aporte con perspectivas y horizontes, que en respuesta, deberán ser analizados y debatidos con las partes, mucho antes de asumir conquistas y presiones frente al Estado.


Usted puede decir; eso es lógico, pero, ¿Realmente hemos empezado con lo básico, ir al principio, asumir el árbol de problemas y oportunidades entre los actores culturales (dejando de lado la riña doméstica con el Estado)? ¿No habremos supuesto que los sectores manifiestos mediáticamente son en realidad, (solo) la levadura que requiere el resto de ingredientes dispersos, anónimos y segregados? ¿No le conviene al Estado que esta apatía de los no involucrados continúe en el anonimato y el desinterés? ¿No le favorece al Estado “negociar” los beneficios de esta normativa -en simultáneo a las propuestas y exigencias de sectores con una base más racional y democrática-, con algunos de los monopolios más fuertes de servicios artísticos/culturales, a los que se los categoriza así por su poder e influencia? ¿No será que algunos sindicalismos les hacen más daño a los mismos artistas, que las acciones manifiestas por el Estado y sus propuestas? En fin, ¿Nos hemos autoevaluado? ¿Hemos percibido la compleja y ampulosa dispersión y secesión en la que los actores del arte – e involucrados- se encuentran?


Se dice que la “holística” se refiere a la forma de ver las cosas en su totalidad, en su conjunto, en su complejidad, pues de esta forma se pueden apreciar interacciones, particularidades y procesos que por lo regular no se perciben, si se estudian los aspectos que conforman el todo, por separado. De ahí que viene la frase célebre de Aristóteles con “El todo es más que la suma de las partes”. Esta mirada holística es de suma importancia para la construcción de un proyecto cultural tan grande, y de manera particular, en beneficio de los artistas.


Una alternativa de desarrollo cultural


A sí mismo, debemos de tomar consciencia respecto de ampliar -holísticamente-, la dimensión ilustrada de cultura, es decir, mirar más allá de las bellas artes y del patrimonio cultural clásico. En referencia, no está demás mencionar que se requiere vislumbrar la multidimensionalidad cultural del Desarrollo -desde el Estado y la sociedad-. Esto significa, desde las ideas de Amartya Sen, Nobel de Economía 1998, asimilar el desarrollo endógeno de los protagonistas del arte y la cultura. Es pues, en todo caso, también una cuestión cultural. Requiere en conclusión, de un cambio en la perspectiva que tenemos de la cultura.


Esto implicará, tarde o temprano – por ejemplo-, en fortalecer la economía política de la cultura -por una parte-, y por otra, cambiar el paradigma asistencialista, por un modelo de administración cultural basado en la gestión y la autodeterminación social y cultural, que son consecuencia de esta ambiciosa “Ley de Culturas”, plasmadas a posteriori en políticas de la cultura y de las artes. 


Pero, exponer el uso del término “políticas” culturales, no es a raíz de la terminología trillada que está de moda en el medio, sino que son una relación intrínseca e indisoluble. 


Adelanto que esta visión relacional se adentra en la comprensión del todo social o la totalidad de las relaciones sociales, que propician las áreas económica, política, social y cultural de la vida. Esto significa que la economía neoclásica está determinada, filosófica e históricamente, a partir de las relaciones sociales, en particular las relaciones de poder, determinantes en la cadena del “negocio” y la mercantilización de bienes. Y en consecuencia, en la comprensión de los procesos de producción, distribución y consumo de bienes culturales. 


Una de las esferas de esta visión, relacionada con esta cadena de bienes culturales, estará cristalizada a través del paradigma de las industrias culturales. Esto deberá empujar a las instituciones académicas y estatales a fortalecer los estudios culturales, y por tanto, propiciar la investigación en el área cultural (implícito el arte), y dialógicamente, la investigación de la economía política de la cultura, puesto que ambas, en el contexto boliviano, están muy rezagadas. La ulterior tarea es reducir las desigualdades e inequidades sociales, pues son aspiraciones dentro de las ciencias sociales, en particular de la economía política y la antropología.


Pero, antes de que alguien ya intente rasgarse las vestiduras, adelanto que dicha apertura hacia la economía de la cultura, deberá concertar inexcusablemente bases para evitar la no mercantilización de la realidad cultural que no apela al comercio. La cultura, nos advierten algunos expertos, no puede reducirse a una función subsidiaria para el crecimiento económico. 


Será ineludible fundar un equilibrio que no reduzca la cultura en una herramienta funcional, puesto que es una matriz social y fin en sí misma. Aunque, es innegable que existen experiencias y conocimiento en el mundo, sobre el desarrollo económico que genera la cultura per sé.


Ley para el artista


No está demás retomar algunas sugerencias. Sin profundizar en el asunto, despolitizar - en términos de partidarismo-, los objetivos de toda propuesta de “Ley de Culturas”, con una visión más inclusiva y menos parcializada. Sectores reacios a muchas organizaciones de artistas, tildan que los planteamientos presentados por estos, reducen la proposición de esta Ley de Culturas a una Ley de los artistas. Habría que reconsiderar estas críticas de profesionales e instituciones involucradas, quienes poseen otras perspectivas sobre la cultura y el arte.


Otras; prever los efectos a mediano y largo plazo (no solo los inmediatos) cuando la normativa, se promulgue y ejecute; Por otro lado, insistir y motivar a los sectores no organizados, invisibilizados y hasta apáticos con la intervención del Estado; Convocar a otras áreas conexas con el quehacer cultural; y asumir un eje interdisciplinario, que incorpore otras dimensiones del ejercicio cultural, para evitar conflictos latentes, vacíos en las norma y a posteriori contradicciones en la reglamentación. Pero la más importante de todas, garantizar el libre consumo, distribución y producción de los ciudadanos respecto del arte y la cultura, en concordancia con los que pretendan institucionalizarlo a partir de una normativa a favor de todos.


Sería interesante pensar también en la profesionalización de las artes y la cultura, en el establecimiento de los centros y espacios de formación técnica o superior, o de la homologación por competencias para su establecimiento. Aclaro que, teniendo la precaución de no omitir el reconocimiento, el fomento a la creatividad y a la libre práctica ciudadana. Y por coherencia, devolver -a las artesanías, expresiones artísticas populares o cualquier forma de subalternidad cultural-, la posición horizontal que le abrogó la herencia de la ilustración europea. Sobre todo, ahora que estamos en tiempos de pluralidad y multiculturalidad. 


En consecuencia, no deseo incomodar al sector artístico, pero es necesario reflexionar sobre los intereses particulares y colectivos que cada uno de los sectores intenta visibilizar, para que este sea –por conciliación y participación social e institucional-, tomado en cuenta en la dichosa ley. Esta suerte de "llanto de bebé" al que se nos ha acostumbrado a los artistas y gestores culturales, puede convertirse en dos cosas, o en un espacio de oportunidad, o en uno, de permanente conflicto entre nosotros, sin mencionar el que se tiene eternamente con el Estado. 


En fin, si no nos ponemos de acuerdo en contribuir y construir una Ley para el Artista, y no solo del Artista, seguiremos viendo disputas de mercado, una batalla de doxas escuetas, o debates banales y redundantes -al que el Estado hace oídos sordos-, que se asemejan a las controversias de muchos políticos de turno, de cara a las elecciones de este año.