Hace un par de años leí acerca del Hedonismo, una doctrina moral que establecía la satisfacción como fin último del ser humano. Esta corriente doctrinal surgió entre los siglos IV y III a.C. en la antigua Grecia. Su cimiento fue – y aún lo es- la búsqueda del placer, asociado con el bien.
Lo interesante al adentrarme a la lectura, fue descubrir que existían dos corrientes clásicas. Una, la cirenaica, que afirma que se debe priorizar el placer individual de manera inmediata, ignorando los intereses de los demás y sin preocupación, centrando el placer en el “hoy”, sin pensar en el futuro que es “incierto”, ni sus consecuencias.
La otra, el epicureísmo, menciona que el placer no debe arriesgarse a la satisfacción “innecesaria”, es decir, el placer inmediato tiene consecuencias en el “futuro”, y por tanto existen placer naturales, necesarios e innecesarios, estos últimos son momentáneos, describen los textos.
Otrora, analizaba estas últimas semanas las publicidades televisivas asociadas con medicamentos. Cuando veía alguna publicidad sobre analgésicos, recordaba esta doctrina cirenaica.
Me tomé, entonces, la molestia de anotar las narrativas subrepticias que estos contenían al respecto. Intenté observar el comportamiento de la gente, y constataba los efectos de la mediatización de estas ideas –publicitarias- con esta especie de “cultura del placer” que se mediatiza.
En tanto, una de estas publicidades llamó mi atención: Varios clientes entran a una farmacia solicitando un producto en particular (analgésico). Ingresan uno por uno, y le exigen al farmacéutico; “Me está matando el dolor de espalda. ¿Tienes –tal producto-? Ingresa otra; Me parte el dolor de cabeza, ¿Tienes –tal producto-? Ingresa otra; Me duele el final de anatomía, ¿Tienes –tal producto-? Ingresa otra; Me duele la clase de Crossfit, ¿Tienes –tal producto-? Ingresa otra; Me duelen las vacaciones de mis hijos, ¿Tienes –tal producto-? Ingresa la última persona; Me duele mi primer trabajo, ¿Tienes –tal producto-?”.
A parte de las narrativas, las imágenes muestran a la farmacia como si los clientes fueran usuarios que compran productos básicos en el mercado “La pampa” en día “de feria”, y el producto único y solicitado, es este analgésico. ¿Desde cuándo los analgésicos se consumen como masticables?
Volviendo a la realidad, tomé mayor conciencia respecto de que la gente se queja de todo, y la solución mágica “sin consecuencias”, a las que hacía referencia Aristipo de Cirene -discípulo de Sócrates y fundador del hedonismo cirenaico-, ha sido rentable para la industria farmacéutica –y otras-, que propician, voluntaria o involuntariamente, una dependencia hacia el placer “inmediato”, ese hedonismo cirenaico. Sin embargo, Epícuro de Samos, fundador del epicureísmo en el 300 a.C., razonaba sobre las consecuencias futuras y desmedidas a cerca de la búsqueda del placer.
Sabemos, por suficientes evidencias, que el uso desmedido de medicamentos, sean analgésicos o no, tienen repercusiones y efectos colaterales. Por ejemplo el consumo excesivo de ibuprofeno y paracetamol pueden afectar el aparato digestivo, causando desde gastritis hasta hemorragia digestiva, que puede terminar en cirugía.
Otros medicamentos pueden ocasionar daños renales y nefritis, en el caso de excesiva ingesta de antinflamatorios. Sin mencionar que los medicamentos psicotrópicos (para las aflicciones emocionales o los dolores no físicos), pueden generar dependencia o daños multiorgánicos, como parte de los efectos colaterales por sobre ingesta.
Ahora bien, debemos asumir conciencia de que, si bien los medicamentos fueron diseñados para coadyuvar algún tratamiento, una operación, o una sintomatología, es importante (y por recomendación de un especialista), saber cuándo debemos de usarlos.
Por otro lado, este espejismo de “fobia al dolor”, al expandirse en el mundo moderno, puede fácilmente ser constatado, por usted, en las calles, las oficinas, con los amigos o los familiares, al escuchar quejarse de una “macurca” en las piernas por asistir media hora al spinning; o de alguien que se sentó media hora en el bus en el que se trasladaba, y que este, le causó dolor en las nalgas por estar privilegiadamente sentado.
Pareciera que las incomodidades nimias o efectos superficiales por frío o calor; o a las primeras señales de frustración, tristeza o ansiedad, son resueltas con la ingesta de un fármaco.
Mientras, hemos perdido la noción de que, otros asumen el trabajo físico en jornadas de más de 12 horas en labores de construcción, o niños en África, que tienen que trasladarse kilómetros a pie (descalzos), todos los días, para conseguir un litro de agua para beber y cocinar.
El consumismo, no solo de productos materiales, sino del consumo de sentidos transmitidos a través de la mediatización de estos productos, proyecta en el consumidor, una suerte de confusión sobre el límite del estado de bienestar con la hedonista.
En fin, Epícuro recomienda, como en sus tiempos que, “hay que evitar por completo los deseos innaturales e innecesarios, pues el placer o satisfacción que producen es efímero”.
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