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domingo, 13 de diciembre de 2020

EL DISCURSO SUBVENCIONADO. PUBLICIDAD ESTATAL Y MEDIOS EN BOLIVIA

 


Para entender este pequeño análisis es importante distinguir la relación comercial infocomunicacional del Estado con los medios de comunicación, de la instrumentalización de dicha acción con fines políticos. La primera es inevitable, pero la segunda puede ser sujeto de regulación.

Es decir, no se puede evitar una "subvención estatal" por concepto de publicidad porque los recursos económicos destinados desde el Estado por razones de comunicación estatal -con el que se nutren las empresas (privadas, públicas, comunitarias, cooperativas, indígenas, ONG´s y otros) de comunicación-, son una fuente importante para su normal funcionamiento dentro del sistema comunicacional y las estructuras de funcionamiento geográfico en cada nación.

Pero sí se puede evitar lo que subrepticiamente se denomina en sociología del Estado como el "DISCURSO SUBVENCIONADO" (que parte de la oferta y demanda de información/cultura y las relaciones comerciales entre Estado y Sistema de medios)  y con el que el Estado (suele) instrumentar su discurso ideológico.

Es importante evaluar la gestión de políticas de comunicación en cuanto al sistema de medios respecto de esta subvención, a través de una Regulación específica (tarea por demás pendiente).

La falta de regulación en Bolivia al respecto de las estructuras de propiedad de los medios y el ecosistema tendiente al reparto monopólico/oligopólico de frecuencias, son un constante atentado a los convenios internacionales sobre democratización de la comunicación y la cultura, las libertades de expresión y pensamiento, acceso a la información/cultura, el éter como derecho de los ciudadanos, y otros muchos derechos colectivos a los que se Bolivia está suscrito (ornamentalmente) y que a nivel local (con vacíos normativos), ninguna institución ha gestionado, o por lo menos no ha representado el interés social frente a los abusos del Estado.

Fuente: Viceministerio de Comunicación de Bolivia

Al respecto, desde hace algunos años se viene señalando que la concentración en la propiedad de los medios de comunicación masiva es una de las mayores amenazas para el pluralismo infocomunicacional y la diversidad cultural. Aunque a veces difícilmente percibida por su carácter sutil, la libertad de expresión tiene un cercano vínculo con la problemática de la concentración. Este vínculo se traduce en conceptos como “pluralidad” y “diversidad”, ambos términos intencionalmente diferenciados. La primera relacionada, según Albornoz (2014), con los contenidos de los medios, y la segunda, con las expresiones culturales.

Por lo antes mencionado, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha referido que, la libertad de expresión es una piedra angular en la existencia misma de una sociedad democrática y necesaria para modelar la opinión pública. Es también conditio sine qua non para que los partidos políticos, las sociedades científicas y culturales, los sindicatos, representaciones de la sociedad civil, o cualquier colectivo que desee influir sobre la colectividad, puedan desarrollarse plenamente.

De la misma forma, la Declaración de Principios sobre la Libertad de Expresión elaborada por la Relatoría para la Libertad de Expresión de la OEA en el año 2000, advierte que la libertad de expresión, en todas sus formas y manifestaciones, es un derecho fundamental, inalienable e inherente a todas las personas, sin importar su condición social o cultural. Es, además, un requisito indispensable para la existencia misma de una sociedad democrática.

En concreto, la noción basada en la Primera Enmienda de la Constitución de EEUU sobre la “libertad de expresión”, según la corriente teórico/académica del intelectual norteamericano Owen Fiss, puede justificar  la  necesidad de Regulaciones (como en el caso particular), apoyándonos además en los principios de libertad de expresión de la CIDH o de las premisas de la Declaratoria Universal de los Derechos Humanos (otros aspectos a los que valen la pena darle otro espacio de análisis).

Por el momento sería interesante tomarse la molestia de observar el informe presentado el 8 de diciembre de 2020 por la viceministra de Comunicación, Gabriela Alcón, respecto de su denuncia sobre los supuestos beneficios que el gobierno transitorio de Jeanine Añez realizó durante su estadio por el Estado en torno a la publicidad estatal.

Este informe puede ofrecernos un panorama de las relaciones económicas/políticas, entre el Estado y las empresas de comunicación, lo que a su vez significa la innegable necesidad de una Ley para el "acceso a la información pública" que nos permita obtener este mismo mapa de relaciones entre el MAS  y el sistema de medios en Bolivia durante los 14 años de gobierno (otro pendiente para la gestión de políticas públicas en comunicación/cultura) 

Fuente: Los Tiempos

Pero entonces, ¿Por qué es necesaria una regulación al respecto de este caso en particular (publicidad estatal y medios de comunicación)?

Es ineludible propiciar una regulación que obligue al Estado desarrollar una asignación equitativa de recursos económicos, pues ante tales desigualdades, no solo se trata de limitar esta instrumentalización de los recursos del Estado para un direccionamiento de los contenidos de los medios (y su discurso subvencionado). Se trata además de evitar el cierre de otros medios pequeños (también deficientemente subvencionados) como los medios populares, comunitarios, indígenas, cooperativas etc., limitados de recursos económicos, pues representan lo poco que tenemos en el país en diversidad de medios, y por tanto en diversidad de puntos de vista, de contenidos, de temáticas, de voces y de expresiones culturales.

Esta regulación incluye que el Estado no instrumentalice tales subvenciones a medios pequeños como los comunitarios para los mismos fines políticos. Por eso también hacemos referencia de que en Bolivia existe la urgencia de devolver el carácter público de esta especie de “estatismo” de los medios comunitarios, cooperativos o indígenas.

Según Albornoz y García Leiva (2017a), pensar la diversidad desde las industrias infocomunicacionales depende una multiplicidad de factores, entre ellas, que la cadena de valor no  esté concentrada en un número reducido de “agentes”, y que contrariamente se caractericen porque los contenidos tengan diferentes tipos de “titularidad, tamaño y origen geográfico”. Además de que dichos contenidos expresen “diferencias de variedad, balance y disparidad” en torno a la identidad, los valores o las estéticas.

En conclusión, el propósito de una regulación concerniente a limitar y condicionar modos equitativos de reparto económico de la publicidad estatal, tiene como finalidad de que las industrias infocomunicacionales (o industriales culturales en términos más amplios),  generen las condiciones ideales para la expresión de una variedad de grupos que conviven en una sociedad determinada (diversidad interna o local) y para “hacerse eco de las cosmogonías y las expresiones de culturas foráneas” (diversidad externa o global).

En fin, pensar en democratizar las comunicaciones, es pensar en diversidad cultural, lo mismo que “Los ciudadanos y grupos sociales puedan acceder y elegir entre un elevado número de contenidos, e, incluso, puedan crearlos y difundirlos” (Albornoz y García Leiva, 2017a)

miércoles, 21 de octubre de 2020

Medios, democracia y Elecciones Bolivia 2020

 


Los bolivianos se critican unos a otros y se cuestionan entre ellos sobre quién debía ganar y quién no, las elecciones, quién ganó y quién perdió, pero poco se cuestiona el ROL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN en esta época electoral. Pareciera que esta especie de aparatos conectados, llevaran implícita la neutralidad  en sus cables.

Mientras el discurso pre y post-electoral se muestra evidente y fragmentado en torno a ciertas posiciones políticas y sus representaciones (incluyendo sus intereses e intenciones) desde el ámbito social, el discurso de los medios pasa desapercibido, no fragmentado, como apolítico, no representativo partidariamente, sin intereses y sin intenciones. ¿Quién cuestiona el rol de los medios?

Los ciudadanos también debemos hacer una CRÍTICA sobre lo que consideramos el "debate público" que es posicionada como tal, precisamente desde la proyección en la "esfera pública", a través de los productos (informacionales) de las empresas infocomunicacionales.

Mucha de la invalidación de la información "oficial e institucional", no solo es a causa de la infoxicación que circula en las redes sociales, sino también por la falta de crítica hacia los productos informativos que consumimos y el rol social de quienes la producen.

A primera vista, los medios hegemónicos del país también (como los partidarios de frentes políticos) se han disputado su lugar en estas elecciones de forma subrepticia; Y seguramente lo seguirán haciendo.

En estas semanas, sobre todo en las últimas, muchos de estos medios han intentado legitimar a ciertos candidatos de su preferencia, o deslegitimar a los de su aversión. (No explicaremos los argumentos sobre estas intenciones para evitar desviarnos del tema)

¿Qué nos hace falta para visualizar la intencionalidad de los productos informativos? 

Nos hace falta promover en nuestra sociedad una educación crítica sobre el consumo/recepción de los contenidos de los medios y su relación con las estructuras que rigen el sistema económico político, social y cultural que hay detrás de ellas, por medio de políticas de comunicación y cultura, como sucede en otras naciones con un un ecosistema de medios más organizado que el nuestro.

Necesitamos, como ciudadanos, ejercitar una METALECTURA de lo que se considera NOTICIA, porque en gran medida, la polarización del país, no ha sido (como justifican algunos conformistas) un "reflejo de la realidad", sino más bien diría yo, una realidad proyectada a partir de la carga inmaterial (simbólica) de los productos informativos. Es decir, desde una perspectiva teórica fue cada vez más evidente que los medios de comunicación, en vez de representar la realidad, la construyen (Verón, 1983; 2002).

Recordemos, la Agenda Setting, no la prescribe el consumidor, sino el productor de los contenidos. Esta agenda la imponen mediáticamente las empresas informativas por diversas razones, incluyendo (como es de esperarse), por razones políticas y económicas. Recuerde también, no existen medios neutrales, pues en ellos participan personas, no máquinas. Sus filtros (gatekeepers) parten de valores institucionales, profesionales o personales.

Paradójicamente, los medios deberían, junto con otras instituciones, velar porque los ciudadanos adquiramos mayores herramientas de control sobre los contenidos y filtros sobre los productos informativos. Es verdad, existen mediaciones (lo dicen los estudios de audiencias y de recepción), pero no todos los ciudadanos mediamos de la misma forma, ni con el mismo conocimiento, ni con las mismas capacidades. No tomar en cuenta esta otra dimensión (la de los estudios del emisor) es desconocer la importancia de las estructuras de las industrias informativas dentro de las sociedades contemporáneas.

En estos momentos los medios prevalecen en su intento por guiar el timón de la "esfera y la opinión pública" sobre ciertos asuntos. 

Seamos más críticos en cuanto a nuestros consumos, porque si algunos medios magnifican o minimizan, difunden u omiten ciertos temas, es señal de que aún nos hace falta democratizar el acceso a la información y la comunicación, pues mientras su rol no se centre en el "bien común", existirán científicos sociales que sigan demostrando que intereses particulares se disfrazan, tanto de democrático como de "bien común".

A continuación, algunas recomendaciones a tomar en cuenta para los medios de comunicación:

  • Una de las tareas pendientes de mejorar en los medios -en general-, es la de proporcionar el tratamiento profundo y el seguimiento necesario a presuntas informaciones (para que los consumidores descarten los infonews, o bien, para que estos cobren trascendencia en los medios tradicionales desde el periodismo prosumidor (siempre y cuando se trate de información con fuentes y cumplan los requisitos básicos del tratamiento de la información).
  • Lo anterior con el fin de evitar falsos debates que se re-producen en los contenidos de los Mass Media con efectos como el segregacionismo social y cultural.
  • Que coadyuven en la cultura del diálogo (comunicación efectiva interciudadana), mucho antes que potenciar la polémica, con el fin de sofocar el clima social de convulsión política y fragmentación social.
  • Que promuevan y posibiliten el consenso entre ciudadanos antes que la pre-fabricación de notas que inciten al sensacionalismo y el morbo político.

  • Que sofoquen las pugnas por falta de “comunicación” entre miradas distintas.
  • Diversificar las narrativas y expandir los relatos, así como ampliar las visiones sobre los temas y pluralizar las voces, superando la colonialidad mediática de la “fuente oficial", "fuente privilegiada", "fuente elitista", "fuente anónima" o la fuente acorde a la línea editorial del medio.
  • Proporcionar productos informativos (junto a sus temáticas en agenda) que quedan en la omisión y el limbo, por causa de la inmediatez y la búsqueda de rating.
  • Mejorar la calidad del sector ejecutivo (periodistas), tanto en su formación como en sus condiciones laborales, porque son uno los eslabones principales para la existencia del empresariado infocomunicacional. De ellos depende su existencia como institución responsable del correcto tratamiento de la información (proceso de producción).

  • Lo anterior exige que los procesos y rutinas productivas de los periodistas dentro de la empresa, sean por dictamen de las convenciones internacionales sobre libertad de expresión y acceso a la información, de carácter independiente. Esto para evitar otra serie de problemas y faltas que continúen violando las aspiraciones de democratización de las comunicaciones en las sociedades contemporáneas como la nuestra. 

Debemos recordar que, según los estudios del emisor (casi inexistentes en nuestro contexto), la Agenda pública (y los productos informativos que la contienen) son mayoritariamente definidos bajo criterios económicos (aspiraciones comerciales, por ejemplo), y políticos (línea editorial, por ejemplo). Sin olvidar que no solo se trata de contenidos materiales, sino también inmateriales, contenedoras de sentidos y de representaciones simbólicas.

En fin, que escuchemos que lo medios son "independientes", no significa que sean neutrales. No nos comamos, de una, lo que nos dice un medio –reflejo de lo que congenia con lo que pensamos-, y menos lo que nos dicen por redes sociales. Mastiquemos lo que comamos, y mastiquemos diversos contenidos informativos, pues solo la pluralidad informativa (productos informativos con distintas miradas) enriquece la crítica del ciudadano.