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domingo, 2 de mayo de 2021

El virus del egoísmo



Según cifras de oficiales de diversos países, a la fecha se registraron en el mundo casi 147 millones de contagios y más de 3,1 millones de muertes por COVID-19. Los países con mayor incidencia de contagios y muertes en el planeta por este virus (en orden ascendente) son Francia, Turquía, Brasil, EEUU, e India a la cabeza con cifras que superan los 3 millones de contagios en las últimas dos semanas.

Según estas cifras, las naciones con más contagios y muertes se ubican en los continentes (en orden ascendente) de Asia occidental, Sudamérica, Norteamérica y Europa. El continente con menos contagios es África y se suman algunos países de Asia Oriental y de otros continentes. Según la Academia Africana de Ciencias, algunos factores como la edad media, diferencias climáticas, inmunidad preexistente, y factores genéticos explican esta disminución. Pero los investigadores no descartan factores socioculturales.

Si analizamos los precedentes históricos de muchos países encontraremos que estos muestran comportamientos de alta disciplina social frente al Estado. Otros como consecuencia de experiencias previas a crisis sanitarias (como África) o la participación de sectores rurales e indígenas en todo el mundo con muestras de sentido colectivo frente a la enfermedad. Sin mencionar que varios países (muchos de ellos nórdicos) cuyas políticas educativas avanzadas cultivaron socialmente una respuesta comunitaria a la pandemia. En todos estos casos de reducción, o presencia mínima del virus, se confirma esta lógica basada en el “bien común”.

Usted como ciudadano puede constatar estas generalizaciones observando su cotidiano y los que nos muestran los noticieros en todo el mundo. Mientras gente que hace todo lo posible por protegerse con medidas de seguridad sanitaria a sí misma y a su entorno familiar, otros velan por su comodidad personal arguyendo que su libertad individual se debe respetar. Por eso no es extraño observar personas sin barbijos mitificando la enfermedad.

El virus del egoísmo prolifera y se expande a nuestro alrededor como expresión y ausencia de una cultura por el otro. Mientras no modifiquemos nuestros hábitos frente a los demás, el egocentrismo asume una especie de espejismo de inmunidad ante el virus. En todo caso, comprendamos que la libertad no es sinónimo de libertinaje, sino de la capacidad individual de hacerse responsable por el otro. El sentido de comunidad parte de saber que no debo hacer cosas que no esperaría, que otros, me lo hagan a mí.

domingo, 13 de diciembre de 2020

EL DISCURSO SUBVENCIONADO. PUBLICIDAD ESTATAL Y MEDIOS EN BOLIVIA

 


Para entender este pequeño análisis es importante distinguir la relación comercial infocomunicacional del Estado con los medios de comunicación, de la instrumentalización de dicha acción con fines políticos. La primera es inevitable, pero la segunda puede ser sujeto de regulación.

Es decir, no se puede evitar una "subvención estatal" por concepto de publicidad porque los recursos económicos destinados desde el Estado por razones de comunicación estatal -con el que se nutren las empresas (privadas, públicas, comunitarias, cooperativas, indígenas, ONG´s y otros) de comunicación-, son una fuente importante para su normal funcionamiento dentro del sistema comunicacional y las estructuras de funcionamiento geográfico en cada nación.

Pero sí se puede evitar lo que subrepticiamente se denomina en sociología del Estado como el "DISCURSO SUBVENCIONADO" (que parte de la oferta y demanda de información/cultura y las relaciones comerciales entre Estado y Sistema de medios)  y con el que el Estado (suele) instrumentar su discurso ideológico.

Es importante evaluar la gestión de políticas de comunicación en cuanto al sistema de medios respecto de esta subvención, a través de una Regulación específica (tarea por demás pendiente).

La falta de regulación en Bolivia al respecto de las estructuras de propiedad de los medios y el ecosistema tendiente al reparto monopólico/oligopólico de frecuencias, son un constante atentado a los convenios internacionales sobre democratización de la comunicación y la cultura, las libertades de expresión y pensamiento, acceso a la información/cultura, el éter como derecho de los ciudadanos, y otros muchos derechos colectivos a los que se Bolivia está suscrito (ornamentalmente) y que a nivel local (con vacíos normativos), ninguna institución ha gestionado, o por lo menos no ha representado el interés social frente a los abusos del Estado.

Fuente: Viceministerio de Comunicación de Bolivia

Al respecto, desde hace algunos años se viene señalando que la concentración en la propiedad de los medios de comunicación masiva es una de las mayores amenazas para el pluralismo infocomunicacional y la diversidad cultural. Aunque a veces difícilmente percibida por su carácter sutil, la libertad de expresión tiene un cercano vínculo con la problemática de la concentración. Este vínculo se traduce en conceptos como “pluralidad” y “diversidad”, ambos términos intencionalmente diferenciados. La primera relacionada, según Albornoz (2014), con los contenidos de los medios, y la segunda, con las expresiones culturales.

Por lo antes mencionado, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha referido que, la libertad de expresión es una piedra angular en la existencia misma de una sociedad democrática y necesaria para modelar la opinión pública. Es también conditio sine qua non para que los partidos políticos, las sociedades científicas y culturales, los sindicatos, representaciones de la sociedad civil, o cualquier colectivo que desee influir sobre la colectividad, puedan desarrollarse plenamente.

De la misma forma, la Declaración de Principios sobre la Libertad de Expresión elaborada por la Relatoría para la Libertad de Expresión de la OEA en el año 2000, advierte que la libertad de expresión, en todas sus formas y manifestaciones, es un derecho fundamental, inalienable e inherente a todas las personas, sin importar su condición social o cultural. Es, además, un requisito indispensable para la existencia misma de una sociedad democrática.

En concreto, la noción basada en la Primera Enmienda de la Constitución de EEUU sobre la “libertad de expresión”, según la corriente teórico/académica del intelectual norteamericano Owen Fiss, puede justificar  la  necesidad de Regulaciones (como en el caso particular), apoyándonos además en los principios de libertad de expresión de la CIDH o de las premisas de la Declaratoria Universal de los Derechos Humanos (otros aspectos a los que valen la pena darle otro espacio de análisis).

Por el momento sería interesante tomarse la molestia de observar el informe presentado el 8 de diciembre de 2020 por la viceministra de Comunicación, Gabriela Alcón, respecto de su denuncia sobre los supuestos beneficios que el gobierno transitorio de Jeanine Añez realizó durante su estadio por el Estado en torno a la publicidad estatal.

Este informe puede ofrecernos un panorama de las relaciones económicas/políticas, entre el Estado y las empresas de comunicación, lo que a su vez significa la innegable necesidad de una Ley para el "acceso a la información pública" que nos permita obtener este mismo mapa de relaciones entre el MAS  y el sistema de medios en Bolivia durante los 14 años de gobierno (otro pendiente para la gestión de políticas públicas en comunicación/cultura) 

Fuente: Los Tiempos

Pero entonces, ¿Por qué es necesaria una regulación al respecto de este caso en particular (publicidad estatal y medios de comunicación)?

Es ineludible propiciar una regulación que obligue al Estado desarrollar una asignación equitativa de recursos económicos, pues ante tales desigualdades, no solo se trata de limitar esta instrumentalización de los recursos del Estado para un direccionamiento de los contenidos de los medios (y su discurso subvencionado). Se trata además de evitar el cierre de otros medios pequeños (también deficientemente subvencionados) como los medios populares, comunitarios, indígenas, cooperativas etc., limitados de recursos económicos, pues representan lo poco que tenemos en el país en diversidad de medios, y por tanto en diversidad de puntos de vista, de contenidos, de temáticas, de voces y de expresiones culturales.

Esta regulación incluye que el Estado no instrumentalice tales subvenciones a medios pequeños como los comunitarios para los mismos fines políticos. Por eso también hacemos referencia de que en Bolivia existe la urgencia de devolver el carácter público de esta especie de “estatismo” de los medios comunitarios, cooperativos o indígenas.

Según Albornoz y García Leiva (2017a), pensar la diversidad desde las industrias infocomunicacionales depende una multiplicidad de factores, entre ellas, que la cadena de valor no  esté concentrada en un número reducido de “agentes”, y que contrariamente se caractericen porque los contenidos tengan diferentes tipos de “titularidad, tamaño y origen geográfico”. Además de que dichos contenidos expresen “diferencias de variedad, balance y disparidad” en torno a la identidad, los valores o las estéticas.

En conclusión, el propósito de una regulación concerniente a limitar y condicionar modos equitativos de reparto económico de la publicidad estatal, tiene como finalidad de que las industrias infocomunicacionales (o industriales culturales en términos más amplios),  generen las condiciones ideales para la expresión de una variedad de grupos que conviven en una sociedad determinada (diversidad interna o local) y para “hacerse eco de las cosmogonías y las expresiones de culturas foráneas” (diversidad externa o global).

En fin, pensar en democratizar las comunicaciones, es pensar en diversidad cultural, lo mismo que “Los ciudadanos y grupos sociales puedan acceder y elegir entre un elevado número de contenidos, e, incluso, puedan crearlos y difundirlos” (Albornoz y García Leiva, 2017a)

miércoles, 21 de octubre de 2020

Medios, democracia y Elecciones Bolivia 2020

 


Los bolivianos se critican unos a otros y se cuestionan entre ellos sobre quién debía ganar y quién no, las elecciones, quién ganó y quién perdió, pero poco se cuestiona el ROL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN en esta época electoral. Pareciera que esta especie de aparatos conectados, llevaran implícita la neutralidad  en sus cables.

Mientras el discurso pre y post-electoral se muestra evidente y fragmentado en torno a ciertas posiciones políticas y sus representaciones (incluyendo sus intereses e intenciones) desde el ámbito social, el discurso de los medios pasa desapercibido, no fragmentado, como apolítico, no representativo partidariamente, sin intereses y sin intenciones. ¿Quién cuestiona el rol de los medios?

Los ciudadanos también debemos hacer una CRÍTICA sobre lo que consideramos el "debate público" que es posicionada como tal, precisamente desde la proyección en la "esfera pública", a través de los productos (informacionales) de las empresas infocomunicacionales.

Mucha de la invalidación de la información "oficial e institucional", no solo es a causa de la infoxicación que circula en las redes sociales, sino también por la falta de crítica hacia los productos informativos que consumimos y el rol social de quienes la producen.

A primera vista, los medios hegemónicos del país también (como los partidarios de frentes políticos) se han disputado su lugar en estas elecciones de forma subrepticia; Y seguramente lo seguirán haciendo.

En estas semanas, sobre todo en las últimas, muchos de estos medios han intentado legitimar a ciertos candidatos de su preferencia, o deslegitimar a los de su aversión. (No explicaremos los argumentos sobre estas intenciones para evitar desviarnos del tema)

¿Qué nos hace falta para visualizar la intencionalidad de los productos informativos? 

Nos hace falta promover en nuestra sociedad una educación crítica sobre el consumo/recepción de los contenidos de los medios y su relación con las estructuras que rigen el sistema económico político, social y cultural que hay detrás de ellas, por medio de políticas de comunicación y cultura, como sucede en otras naciones con un un ecosistema de medios más organizado que el nuestro.

Necesitamos, como ciudadanos, ejercitar una METALECTURA de lo que se considera NOTICIA, porque en gran medida, la polarización del país, no ha sido (como justifican algunos conformistas) un "reflejo de la realidad", sino más bien diría yo, una realidad proyectada a partir de la carga inmaterial (simbólica) de los productos informativos. Es decir, desde una perspectiva teórica fue cada vez más evidente que los medios de comunicación, en vez de representar la realidad, la construyen (Verón, 1983; 2002).

Recordemos, la Agenda Setting, no la prescribe el consumidor, sino el productor de los contenidos. Esta agenda la imponen mediáticamente las empresas informativas por diversas razones, incluyendo (como es de esperarse), por razones políticas y económicas. Recuerde también, no existen medios neutrales, pues en ellos participan personas, no máquinas. Sus filtros (gatekeepers) parten de valores institucionales, profesionales o personales.

Paradójicamente, los medios deberían, junto con otras instituciones, velar porque los ciudadanos adquiramos mayores herramientas de control sobre los contenidos y filtros sobre los productos informativos. Es verdad, existen mediaciones (lo dicen los estudios de audiencias y de recepción), pero no todos los ciudadanos mediamos de la misma forma, ni con el mismo conocimiento, ni con las mismas capacidades. No tomar en cuenta esta otra dimensión (la de los estudios del emisor) es desconocer la importancia de las estructuras de las industrias informativas dentro de las sociedades contemporáneas.

En estos momentos los medios prevalecen en su intento por guiar el timón de la "esfera y la opinión pública" sobre ciertos asuntos. 

Seamos más críticos en cuanto a nuestros consumos, porque si algunos medios magnifican o minimizan, difunden u omiten ciertos temas, es señal de que aún nos hace falta democratizar el acceso a la información y la comunicación, pues mientras su rol no se centre en el "bien común", existirán científicos sociales que sigan demostrando que intereses particulares se disfrazan, tanto de democrático como de "bien común".

A continuación, algunas recomendaciones a tomar en cuenta para los medios de comunicación:

  • Una de las tareas pendientes de mejorar en los medios -en general-, es la de proporcionar el tratamiento profundo y el seguimiento necesario a presuntas informaciones (para que los consumidores descarten los infonews, o bien, para que estos cobren trascendencia en los medios tradicionales desde el periodismo prosumidor (siempre y cuando se trate de información con fuentes y cumplan los requisitos básicos del tratamiento de la información).
  • Lo anterior con el fin de evitar falsos debates que se re-producen en los contenidos de los Mass Media con efectos como el segregacionismo social y cultural.
  • Que coadyuven en la cultura del diálogo (comunicación efectiva interciudadana), mucho antes que potenciar la polémica, con el fin de sofocar el clima social de convulsión política y fragmentación social.
  • Que promuevan y posibiliten el consenso entre ciudadanos antes que la pre-fabricación de notas que inciten al sensacionalismo y el morbo político.

  • Que sofoquen las pugnas por falta de “comunicación” entre miradas distintas.
  • Diversificar las narrativas y expandir los relatos, así como ampliar las visiones sobre los temas y pluralizar las voces, superando la colonialidad mediática de la “fuente oficial", "fuente privilegiada", "fuente elitista", "fuente anónima" o la fuente acorde a la línea editorial del medio.
  • Proporcionar productos informativos (junto a sus temáticas en agenda) que quedan en la omisión y el limbo, por causa de la inmediatez y la búsqueda de rating.
  • Mejorar la calidad del sector ejecutivo (periodistas), tanto en su formación como en sus condiciones laborales, porque son uno los eslabones principales para la existencia del empresariado infocomunicacional. De ellos depende su existencia como institución responsable del correcto tratamiento de la información (proceso de producción).

  • Lo anterior exige que los procesos y rutinas productivas de los periodistas dentro de la empresa, sean por dictamen de las convenciones internacionales sobre libertad de expresión y acceso a la información, de carácter independiente. Esto para evitar otra serie de problemas y faltas que continúen violando las aspiraciones de democratización de las comunicaciones en las sociedades contemporáneas como la nuestra. 

Debemos recordar que, según los estudios del emisor (casi inexistentes en nuestro contexto), la Agenda pública (y los productos informativos que la contienen) son mayoritariamente definidos bajo criterios económicos (aspiraciones comerciales, por ejemplo), y políticos (línea editorial, por ejemplo). Sin olvidar que no solo se trata de contenidos materiales, sino también inmateriales, contenedoras de sentidos y de representaciones simbólicas.

En fin, que escuchemos que lo medios son "independientes", no significa que sean neutrales. No nos comamos, de una, lo que nos dice un medio –reflejo de lo que congenia con lo que pensamos-, y menos lo que nos dicen por redes sociales. Mastiquemos lo que comamos, y mastiquemos diversos contenidos informativos, pues solo la pluralidad informativa (productos informativos con distintas miradas) enriquece la crítica del ciudadano.


lunes, 11 de noviembre de 2019

MEDIOS, PODER Y NOTICIABILIDAD



¿Qué rol tienen los medios frente a esta, denominada por unos, como "recuperación de la democracia", o "Golpe de Estado", por otros? ¿Cómo se construyen las percepciones sociales y estas versiones polarizadas?

En medio del caos, tanto en Chile como en Bolivia respecto de las crisis sociales, los medios juegan un rol demasiado importante, y subrepticiamente estas industrias trabajan -en este momento- en sus procesos productivos de información, exponiendo fragmentos de la realidad -y censurando otros-, por diversos factores; " […] que la clase de noticia que recibe la atención de los medios y la manera en que se las presenta, tienen consecuencias importantes para los regímenes políticos. Sensibles al poder los medios informativos para influir en la agenda política, los gobiernos de todo el mundo tratan de controlar la producción de los medios, forma e informalmente". (Graber, 1981:79)

Esta selección, proceso de producción,  organización productiva y del trabajo, y comercialización/difusión, también cuenta con un carácter individual en el tratamiento, es decir el proceso de la información pasa también por la subjetividad del propio periodista y los factores que en él la definen; "Habría que estudiar la ideología de los informadores para entender mejor la capacidad o disposición ante ciertos temas y, por consiguiente, su mediación. Ideología del informador desde el criterio de su caracterización profesional: ámbito sociocultural de procedencia, nivel de estudios, titulación profesional, modo de reclutamiento o contratación, aspiraciones y posibilidad de promoción, política de formación permanente del canal, grado de participación o intervención en las decisiones y sobre todo la escala de valores o criterios profesionales de noticiabilidad" (Barroso. García, 1992: 82)

Estas visiones se convierten en miradas reduccionistas (como noticia), definen el conocimiento social y por tanto las posiciones políticas respecto de un hecho. De esta manera una de las dimensiones que establece la noticiabilidad o no, de una información, es configurado por factores intrainstitucionales del medio, sean estas valores/noticia de la institución o de la propia persona, invisibilizando fragmentos de la realidad que podrían amplificar los significados sociales; "Estas características de fondo pueden explicarse por las modalidades productivas de la información: el conjunto de factores que determina la noticiabilidad de los acontecimientos permite realizar cotidianamente la cobertura informativa, pero obstaculiza la profundización y la compresión de muchos aspectos significativos en los hechos presentados como noticias.(Wolf; 1987: 219).

La "opinión pública" (dentro y fuera de Bolivia) -que es también una construcción social de los media-, es resultado de los factores que intervienen en el proceso productivo de la noticia. En sociología de la comunicación le llamaríamos el proceso de difusión del conocimiento social. En comunicación social estaría determinado por la noticiabilidad de un hecho.

En 1976 David Altheide definió la NOTICIABILIDAD como una perspectiva práctica sobre los acontecimientos; Enunciación que Mauro Wolf acentúa especialmente por considerar que toma distancia de aquella visión arbitraria impuesta a la selección del trabajo informativo. De hecho, no duda en asociar esta noción, con lo que ahora puede llamarse “cultura periodística”, en clara alusión a ese proceder que se erige en el propio seno de la relación intrainstitucional, el papel que la empresa y el lugar que sus propietarios ocupan en el tejido social-político, los valores que rigen la tarea informativa y las experiencias personales puestas en juego por el periodista.

Sobre este punto Mauro Wolf afirma: “[...] desde esta perspectiva, es noticia lo que –hecho pertinente por la cultura profesional de los periodistas– es susceptible de ser trabajado por el aparato sin excesivas alteraciones y subversiones del normal ciclo productivo”. (Wolf, 1987:217).

Por otro lado, este análisis se expande también a esos medios que son a la vez protagonistas, es decir las RRSS.

La convergencia sin duda ha complejizado aún más el panorama, porque existen informadores con sus propios valores/noticia (polarizadas al respecto, en la mayoría de los casos en este contexto); "Hoy tenemos que saldar cuentas no sólo con las interpretaciones erradas de los testigos oculares, con el trabajo de los corresponsales, con la mediatización de las agencias, etc., sino también con los efectos ulteriores del newsmaking, de las nuevas tecnologías, de Internet, de los web-sites, que no sólo hablan sobre ciertos hechos y situaciones, sino que contribuyen a la imagen general del mundo, y a delinear el, en parte, nuevo paisaje de experiencias y de valores dentro del cual nos movemos (Bettetini y Fumagalli, 2001:29-30).

La dificultad de distinguir la información de la desinformación, es tan solo un efecto corrosivo ante la creación de una opinión pública con sus versiones (en este caso polarizadas) para el gusto de cada individuo y sus disposiciones subjetivas.

Cuando no existe control de los datos de parte de los usuarios (en el sentido de ejercitar mecanismos de constatación de los hechos), y la falta de una cultura informativa (en contra de los fakenews), e instituciones que garanticen la posibilidad de un abanico mayor para el contraste de datos, el conocimiento colectivo puede tomar cierta forma (intencional o no), respecto de la propia realidad social, como vemos en las calles y en la percepción de quienes son ajenos al contexto donde se suscitan. Esto, al respecto de las luchas geopolíticas de parte de polos opuestos como EEUU y Rusia, a través de empresas de comunicación y la manera en cómo encaran una noticia.

Mayores datos, no significan mejor información, pues algunos autores afirman que la hiperinformación no se traduce en mejor calidad en el conocimiento de la realidad social. Más si no existe predisposición a esta cultura de calidad informacional, comprobada y contrastada, de parte de los ciudadanos.

Por lo mencionado, el público sólo tendrá una idea certera de aproximación a la realidad, en la medida que confronte realidades diversas construidas por la pluralidad de medios para: “contrastar las semejanzas y diferencias de criterios en la selección, valoración y presentación”. (Barroso.García,1992:85)

Para aquello es necesario el fomento y la instauración de medios alternativos (por medio de políticas de comunicación/cultura), respecto de la gran mayoría de los que determinan sus contenidos por criterios económicos y políticos. Devolverle al interés público la comunicación su carácter "social", no es una aspiración, sino un derecho humano avalada, por ejemplo, por la UNESCO o la ONU.

Las empresas de comunicación, al ser parte de las industrias de la cultura, comercializan productos con contenido ideológico y simbólico, que afectan las relaciones sociales, y por tanto los sentidos de sus consumidores. De esta manera es necesario estar advertidos y tomar consciencia respecto de quiénes, qué y para qué razones delegamos a terceros la responsabilidad de informarnos.

No olvidemos que los periodistas e informantes son personas falibles, sujetos a factores externos e internos al momento de intentar retratar la realidad; "Resulta interesante en este punto las contrariedades que pueden advertirse en el proceso de construcción de realidad y los intereses que giran en torno a ello; Aseveraciones que ponen en tela de juicio aquello que definíamos inicialmente como la fábula periodística en torno a conceptos de objetividad y neutralidad" (Godoy, 1993)

Mientras, las pugnas por el poder tienen sus propios efectos en sus relaciones con los medios de la industria de la información. Nosotros estamos en medio de ella.

domingo, 13 de octubre de 2019

ELECCIONES 2019 E INDUSTRIAS DE LA COMUNICACIÓN



Desde el punto de vista de la Economía política de la comunicación notemos una evidente polarización, una, cuya encuesta (realizada por ViaCiencia) expuesta por el periódico "Opinión", en el que aparentemente Evo obtiene 43.2 % por delante de Mesa -sin necesidad de ir a segunda vuelta-, y otra encuesta (realizada por Mercados y Muestras), expuesta por su par "Los Tiempos", en el que contrariamente Mesa iguala a Morales por detrás con 1 %, obteniendo un 45 % en una segunda vuelta.

Más allá de estos datos, y las posiciones atrincheradas de quienes validan una y otra encuesta, es importante analizar una cuestión de fondo; "las instituciones están determinadas económica y políticamente. Estructuran y son estructuradas por esas determinaciones”. (Becerra, 2010) Es decir, se trata - más allá de los focus group, sondeos, entrevistas, etc.- Y las técnicas de recolección de información-, de aquellos elementos que estructuran y validan dichas encuestas y los sentidos que se transmiten a través de los canales mediáticos (punto-masa), en este caso tradicionales.

Como sucedió en Argentina (hace poco) con las elecciones primarias y las empresas encuestadoras, muchas de ellas expuestas ante los resultados que contradijeron sus datos, aquí notemos una semejanza con este método de las "encuestas". Al parecer, algunas de estas empresas -en apariencia- consagran datos en la agenda pública (o por lo menos lo validan o legitiman, por medio de la mediación) -con sus fichas técnicas-, que a su vez es instrumentalizado (agenda setting) por el medio que lo expone.

Esto nos dice, por simple intuición, que la carga simbólica que transmiten estas encuestan intentan determinar la inclinación del voto, a favor o en contra. Lo más serio, y aquello que no suele ser sujeto de análisis, es la cuestión de quiénes (personas con capacidad de decisión sobre las líneas editoriales, accionistas, asociaciones, organizaciones, etc. o cualquier forma de control/poder de estas empresas de comunicación), establecen la difusión de una encuesta u otra, y por tanto la transmisión de ciertos sentidos y las razones que los motivan.

Solo podemos concluir (por sentido común) - sin una exhaustiva investigación fundamentada-, que algunas empresas de comunicación -subrepticiamente-, nos demuestran su inclinación política. Esa inferencia nos lleva a otro plano, el histórico y el ideológico, es decir, que alguno busca "llevarse bien con el posible vencedor de las elecciones" y el otro "sacarlo del camino" (como fue en el pasado desde las implementaciones tecnológicas de los MASS MEDIA y las pugnas por su consolidación y sus mecanismos de expansión).

Lo que no necesita de investigación es recordar simplemente que en la historia de Latinoamérica fueron -en su gran mayoría-, gobiernos "liberalistas" las que más han favorecido a las empresas de comunicación (cuyas estructuras de propiedad, en su mayoría privadas), han fortalecido su alta concentración económica, su eje monotemático ideológico, su expansión y centralismo geográfico, entre otros, por medio de las legislaciones y relaciones de poder, que los sostienen o limitan. (Un ejemplo pequeñito, canal 5 Bolivisión, pertenecía a Ernesto Asbún, fundador y exdueño de Lloyd Aéreo Boliviano, vendió el canal al mexicano Ángel González, propietario del conglomerado mediático Albavisión. Mismo dueño de empresas de comunicación en diversos países de América Latina, sólo nótese sus contenidos para advertir la presencia de Televisa de México).


El peligro del establecimiento de estos monopolios, oligopolios - y sociedad anonimizadas-, es que tejen redes que limitan el espacio público y su acceso, y por tanto los derechos humanos y la libertad de expresión (muy al contrario de lo que suelen defender), ya que los productos informativos se rigen bajo los lineamientos de la economía capitalista, requieren cumplir con sus fines comerciales. Por eso no es raro la importación de formatos en programas, denominados por muchos, como trash, o los talk show, que se adecuan a nuestro contexto.

Aprovecho (intencionalmente) la ocasión para establecer en -otra- agenda, un futuro debate sobre los estudios culturales y los estudios sobre economía neoclásica de las industrias culturales. Como diría en conclusión, en palabras de Santiago Marino (2011); "Los medios de comunicación son instituciones complejas con doble acción y mediación de intereses: políticos y económicos. A partir del tipo de mercancía con la que trabajan —que tiene doble valor, material y simbólico— componen un actor particular y con consecuencias especiales a partir de sus acciones. Intervienen, afectan y constituyen (aunque no determinan, o al menos no se comparte aquí esa idea) el espacio público, que es un espacio político".

En fin, los medios de comunicación juegan un rol importante en la construcción de afinidades políticas en pro de sus intereses comerciales. Alguien dirá, ¿Y las pruebas de la existencia de estos conglomerados locales, regionales e internacionalizados? Solo cuestionemos sobre, la existencia o no, de información pública sobre los propietarios y/o sociedades cuasi-anónimas y anónimas, que rigen sobre control de medios y sus monopolios. ¿Dónde encontramos esta información?

domingo, 29 de septiembre de 2019

MEDIOS, CULTURA Y HEDONISMO




Hace un par de años leí acerca del Hedonismo, una doctrina moral que establecía la satisfacción como fin último del ser humano. Esta corriente doctrinal surgió entre los siglos IV y III a.C. en la antigua Grecia. Su cimiento fue – y aún lo es- la búsqueda del placer, asociado con el bien. 

Lo interesante al adentrarme a la lectura, fue descubrir que existían dos corrientes clásicas. Una, la cirenaica, que afirma que se debe priorizar el placer individual de manera inmediata, ignorando los intereses de los demás y sin preocupación, centrando el placer en el “hoy”, sin pensar en el futuro que es “incierto”, ni sus consecuencias. 

La otra, el epicureísmo, menciona que el placer no debe arriesgarse a la satisfacción “innecesaria”, es decir, el placer inmediato tiene consecuencias en el “futuro”, y por tanto existen placer naturales, necesarios e innecesarios, estos últimos son momentáneos, describen los textos.

Otrora, analizaba estas últimas semanas las publicidades televisivas asociadas con medicamentos. Cuando veía alguna publicidad sobre analgésicos, recordaba esta doctrina cirenaica. 


Me tomé, entonces, la molestia de anotar las narrativas subrepticias que estos contenían al respecto. Intenté observar el comportamiento de la gente, y constataba los efectos de la mediatización de estas ideas –publicitarias- con esta especie de “cultura del placer” que se mediatiza.




En tanto, una de estas publicidades llamó mi atención: Varios clientes entran a una farmacia solicitando un producto en particular (analgésico). Ingresan uno por uno, y le exigen al farmacéutico; “Me está matando el dolor de espalda. ¿Tienes –tal producto-? Ingresa otra; Me parte el dolor de cabeza, ¿Tienes –tal producto-? Ingresa otra; Me duele el final de anatomía, ¿Tienes –tal producto-? Ingresa otra; Me duele la clase de Crossfit, ¿Tienes –tal producto-? Ingresa otra; Me duelen las vacaciones de mis hijos, ¿Tienes –tal producto-? Ingresa la última persona; Me duele mi primer trabajo, ¿Tienes –tal producto-?”.

A parte de las narrativas, las imágenes muestran a la farmacia como si los clientes fueran usuarios que compran productos básicos en el mercado “La pampa” en día “de feria”, y el producto único y solicitado, es este analgésico. ¿Desde cuándo los analgésicos se consumen como masticables?

Volviendo a la realidad, tomé mayor conciencia respecto de que la gente se queja de todo, y la solución mágica “sin consecuencias”, a las que hacía referencia Aristipo de Cirene -discípulo de Sócrates y fundador del hedonismo cirenaico-, ha sido rentable para la industria farmacéutica –y otras-, que propician, voluntaria o involuntariamente, una dependencia hacia el placer “inmediato”, ese hedonismo cirenaico. Sin embargo, Epícuro de Samos, fundador del epicureísmo en el 300 a.C., razonaba sobre las consecuencias futuras y desmedidas a cerca de la búsqueda del placer. 



Sabemos, por suficientes evidencias, que el uso desmedido de medicamentos, sean analgésicos o no, tienen repercusiones y efectos colaterales. Por ejemplo el consumo excesivo de ibuprofeno y paracetamol pueden afectar el aparato digestivo, causando desde gastritis hasta hemorragia digestiva, que puede terminar en cirugía. 

Otros medicamentos pueden ocasionar daños renales y nefritis, en el caso de excesiva ingesta de antinflamatorios. Sin mencionar que los medicamentos psicotrópicos (para las aflicciones emocionales o los dolores no físicos), pueden generar dependencia o daños multiorgánicos, como parte de los efectos colaterales por sobre ingesta. 

Ahora bien, debemos asumir conciencia de que, si bien los medicamentos fueron diseñados para coadyuvar algún tratamiento, una operación, o una sintomatología, es importante (y por recomendación de un especialista), saber cuándo debemos de usarlos.

Por otro lado, este espejismo de “fobia al dolor”, al expandirse en el mundo moderno, puede fácilmente ser constatado, por usted, en las calles, las oficinas, con los amigos o los familiares, al escuchar quejarse de una “macurca” en las piernas por asistir media hora al spinning; o de alguien que se sentó media hora en el bus en el que se trasladaba, y que este, le causó dolor en las nalgas por estar privilegiadamente sentado. 



Pareciera que las incomodidades nimias o efectos superficiales por frío o calor; o a las primeras señales de frustración, tristeza o ansiedad, son resueltas con la ingesta de un fármaco. 

Mientras, hemos perdido la noción de que, otros asumen el trabajo físico en jornadas de más de 12 horas en labores de construcción, o niños en África, que tienen que trasladarse kilómetros a pie (descalzos), todos los días, para conseguir un litro de agua para beber y cocinar.

El consumismo, no solo de productos materiales, sino del consumo de sentidos transmitidos a través de la mediatización de estos productos, proyecta en el consumidor, una suerte de confusión sobre el límite del estado de bienestar con la hedonista. 

En fin, Epícuro recomienda, como en sus tiempos que, “hay que evitar por completo los deseos innaturales e innecesarios, pues el placer o satisfacción que producen es efímero”.

domingo, 30 de junio de 2019

¿LEY DEL ARTISTA O LEY PARA EL ARTISTA?

El dependentismo estatal


Este asunto de la Ley del Artista, en los últimos días, y tras las negativas de sectores de avalar la propuesta emitida por parte del Ministerio de Culturas y Turismo, despertó nuevamente el debate por la Ley de Culturas. De la misma manera, indujo a la manifestación de sectores que no se sienten representados, por aquellos organismos que lograron cohesionar algunos de estos.


Este ambiente de discrepancias, en esta visión ambigua del arte y la cultura, solo coincide en que Bolivia necesita urgentemente una Ley de Culturas, que conjuntamente con otras normativas específicas, permita un cambio de paradigma, y un ordenamiento de la caótica e inerme realidad cultural -en términos de institucionalidad-, además de garantizar ciertas consignas que son elementos en común para casi todos los sectores, visibles e invisibles, para el Estado.


Sin embargo, notamos encendidas reyertas verbales en algunas de sus reuniones, donde –al parecer-, todos quieren algo de la torta subvencional del Estado, o el Estado quiere consolidar su posición recurrente de mecenas. Un camino muy desatinado, según algunos analistas, por la limitación de libertades a cambio de “privilegios”. Además de colocar fronteras a las acciones creativas de los artistas, y sin mencionar el darwinismo sociocultural que ocasionaría. 


Lo cuestionable en este debate por la diversidad de propuestas sectoriales, es que en su mayoría, se tropieza con la zanca del dependentismo estatal y su tutelaje. Una lógica que aún no se supera en los mecanismos de gobernabilidad y ciudadanía. Es una cuestión histórica que se hereda. Nos hacen creer, casi de manera común, que necesitamos vitalmente de un “mesías” personificado o institucionalizado para depender de este. Un tema que se debe debatir desde las ciencias sociales, apropósito de nuestra realidad. Pero, dejémoslo para más adelante.


Crítica al individualismo sectorial


Algunos percibimos que se confunde las necesidades y aspiraciones de las células artísticas (y hasta personales en algunos casos, de forma subrepticia), con aquellas que deberían de procurar el desarrollo de los -otros- involucrados, que no necesariamente forman parte de la práctica artística y cultural, al que pertenecemos cada quien. Me incomoda que - sin haber aprendido de los errores y fracasos de anteriores convocatorias-, hoy, cada quien siga velando por sus intereses sectoriales, muchos de manera caprichosa.


Leo, observo, escucho, casi todo lo que se debate al respecto, y solo llego a la misma conclusión; que cada quien tiene su propia concepción egocéntrica de "cultura y arte", y la quiere imponer al resto. Algunos, lo han visto como escenario para el “oportunismo” y el clientelismo Estatal. Otros, para el sostenimiento de los monopolios de poder en el campo de servicios culturales que se ofrecen al Estado y las empresas. 


Vivimos el debate por esta norma bajo esta conducta clientelar y partidarista de muchos sectores. Algunos, recién intentan organizarse, pero desconocen el procedimiento, además de que otros dependen de terceros para sistematizar sus ideas, necesidades y aspiraciones, asumiendo implícitamente las reglas de los que tienen más experiencia, control y poder.


Es importante dejar en claro que no generalizo esta situación, pero es de conocimiento público - y en algunos, subrepticio-, de que existen diferencias en las ambiciones sectoriales de los artistas organizados y en relativa asociación, sin mencionar el anquilosamiento que sufren áreas que se subalternizan, y otros a los que se los ignora o desplaza. 

Lógicas colonialistas


Ahora bien, el problema no es manifestar la multiplicidad de visiones de los sectores implicados, sino de la imposición de ideas y proyectos al conjunto mayor (vengan estas desde la hegemonía Estado, o de los sectores organizados, hacia el resto de manifestaciones y sectores que ejercitan el arte). Lo que me lleva a pensar en que, efectivamente, sino se define un marco epistemológico más amplio y crítico, de manera consensuada, no solo por los actores culturales – organizados bajo sus propios intereses-, sino también por el académico e institucional, seguiremos pateando aire entre todos los involucrados. 


La crítica a la coyuntura de este debate, insiste en que cualquier tipo de manifestación cultural subalternizada -histórica o políticamente-, y considerada fuera de los canones del arte hegemónico ilustrado, merece ser tomado en cuenta en la dimensión inclusiva de la cultura, que se supone está inscrita en los legajos de la Constitución Política del Estado de Bolivia (CPE). 


Esta otra mirada, denominada por las ciencias sociales como “giro cultural”, debe asimilarse no solo por el Estado, sino también por los propios artistas, incluyendo a los –otros- actores culturales (gestores, promotores, animadores, educadores culturales, etc.) 


Arte y Paternalismo


En concordancia, según vemos los últimos años, los artistas suelen conformarse –en gran medida-, con esta fijación hacia el paternalismo de Estado, y el dependentismo de fondos de fomento, cuando la tarea más importante es que el Estado (y el empresariado privado no se exime del rol), se convierta en promotor/gestor, más que financiador, en propiciador de mecanismos de inclusión, más que de acreditador. Que sea capaz de coadyuvar en las dinámicas culturales; y los artistas -acreditados o no, por el Estado-, desarrollen sus capacidades, para vivir efectivamente de eso, es decir, de su arte, sin el asistencialismo financiero, autónomos de su creatividad y dueños de su respectivo “progreso”.


El actual debate debe encarar, más que las necesidades inmediatas de los sectores, el ambicioso diseño prospectivo que responda el cómo lo construimos entre los vinculados, y no solo entre los que tuvieron capacidad de convocatoria. No puede, ni debe (la Ley de Culturas, o la susodicha Ley del Artista), formularse a puerta cerrada con un segmento de los actores culturales sindicalizados y organizados, negando la existencia de otros miembros del conocimiento y la práctica social.


Crear comunidad, no solo es generar redes de cooperación, sino del cultivo por el reconocimiento de los (otros) que también expresan el arte de modo alterno, y la comprensión conjunta de la complejidad sociocultural. Es generar una especie de cibernética social con perspectiva intercultural.


Por su parte, el Estado debe superar las supraestructuras históricamente construidas, en la manera de hacer gestión pública de la cultura, y cambiar su modelo verticalista dependentista, por un modelo descentralizado del poder y de desarrollo endocultural. 


Las entidades públicas deben ser capaces de institucionalizar su misión, y abolir la consigna politizada que genera retrocesos en cada gestión. Una de las grandes ambiciones que debería mover al inmenso colectivo de actores y protagonistas del arte y la cultura, es que estas -dependientes o no, del Estado-, se institucionalicen. Casos vemos en Perú y Chile, sin ir más lejos. Más claro, no más zapateros de cirujanos. Tomemos conciencia de que los ciudadanos somos co-responsables de que se haya naturalizado esta conducta retrógrada.

El todo es más que la suma de las partes


La idea básica es, no solo garantizar y fomentar el quehacer cultural en Bolivia para los sectores organizados, sino también el de garantizar el libre ejercicio del arte o las culturas -con los mismos derechos y obligaciones-, para quienes se encuentran indiferentes a las reglas impuestas por el Estado, o simplemente internalizan el arte como experiencia lúdica o de ocio.


Llegar a un punto de equilibrio, lleva tiempo, como todo, en un proceso de gestión de la cultura, pues la construcción, cambios de paradigmas y transformación social, no manifiestan su impacto de la noche a la mañana. Requieren primero del diseño de un proyecto cultural estratégico; (Aunque suene redundante, es también un proceso en de-construcción y re-construcción de la práctica social e institucional). Muchos confunden a este diseño como Ley Marco de Culturas, cuando este último debiera ser parte de los resultados del proceso. Por esa razón aludo con énfasis el término “estratégico”.


Con lo mencionado, tampoco afirmo que en este tiempo de lucha -de parte de sectores organizados y afines-, no se hizo nada. Es importante adjudicarlo como un background, que aporte con perspectivas y horizontes, que en respuesta, deberán ser analizados y debatidos con las partes, mucho antes de asumir conquistas y presiones frente al Estado.


Usted puede decir; eso es lógico, pero, ¿Realmente hemos empezado con lo básico, ir al principio, asumir el árbol de problemas y oportunidades entre los actores culturales (dejando de lado la riña doméstica con el Estado)? ¿No habremos supuesto que los sectores manifiestos mediáticamente son en realidad, (solo) la levadura que requiere el resto de ingredientes dispersos, anónimos y segregados? ¿No le conviene al Estado que esta apatía de los no involucrados continúe en el anonimato y el desinterés? ¿No le favorece al Estado “negociar” los beneficios de esta normativa -en simultáneo a las propuestas y exigencias de sectores con una base más racional y democrática-, con algunos de los monopolios más fuertes de servicios artísticos/culturales, a los que se los categoriza así por su poder e influencia? ¿No será que algunos sindicalismos les hacen más daño a los mismos artistas, que las acciones manifiestas por el Estado y sus propuestas? En fin, ¿Nos hemos autoevaluado? ¿Hemos percibido la compleja y ampulosa dispersión y secesión en la que los actores del arte – e involucrados- se encuentran?


Se dice que la “holística” se refiere a la forma de ver las cosas en su totalidad, en su conjunto, en su complejidad, pues de esta forma se pueden apreciar interacciones, particularidades y procesos que por lo regular no se perciben, si se estudian los aspectos que conforman el todo, por separado. De ahí que viene la frase célebre de Aristóteles con “El todo es más que la suma de las partes”. Esta mirada holística es de suma importancia para la construcción de un proyecto cultural tan grande, y de manera particular, en beneficio de los artistas.


Una alternativa de desarrollo cultural


A sí mismo, debemos de tomar consciencia respecto de ampliar -holísticamente-, la dimensión ilustrada de cultura, es decir, mirar más allá de las bellas artes y del patrimonio cultural clásico. En referencia, no está demás mencionar que se requiere vislumbrar la multidimensionalidad cultural del Desarrollo -desde el Estado y la sociedad-. Esto significa, desde las ideas de Amartya Sen, Nobel de Economía 1998, asimilar el desarrollo endógeno de los protagonistas del arte y la cultura. Es pues, en todo caso, también una cuestión cultural. Requiere en conclusión, de un cambio en la perspectiva que tenemos de la cultura.


Esto implicará, tarde o temprano – por ejemplo-, en fortalecer la economía política de la cultura -por una parte-, y por otra, cambiar el paradigma asistencialista, por un modelo de administración cultural basado en la gestión y la autodeterminación social y cultural, que son consecuencia de esta ambiciosa “Ley de Culturas”, plasmadas a posteriori en políticas de la cultura y de las artes. 


Pero, exponer el uso del término “políticas” culturales, no es a raíz de la terminología trillada que está de moda en el medio, sino que son una relación intrínseca e indisoluble. 


Adelanto que esta visión relacional se adentra en la comprensión del todo social o la totalidad de las relaciones sociales, que propician las áreas económica, política, social y cultural de la vida. Esto significa que la economía neoclásica está determinada, filosófica e históricamente, a partir de las relaciones sociales, en particular las relaciones de poder, determinantes en la cadena del “negocio” y la mercantilización de bienes. Y en consecuencia, en la comprensión de los procesos de producción, distribución y consumo de bienes culturales. 


Una de las esferas de esta visión, relacionada con esta cadena de bienes culturales, estará cristalizada a través del paradigma de las industrias culturales. Esto deberá empujar a las instituciones académicas y estatales a fortalecer los estudios culturales, y por tanto, propiciar la investigación en el área cultural (implícito el arte), y dialógicamente, la investigación de la economía política de la cultura, puesto que ambas, en el contexto boliviano, están muy rezagadas. La ulterior tarea es reducir las desigualdades e inequidades sociales, pues son aspiraciones dentro de las ciencias sociales, en particular de la economía política y la antropología.


Pero, antes de que alguien ya intente rasgarse las vestiduras, adelanto que dicha apertura hacia la economía de la cultura, deberá concertar inexcusablemente bases para evitar la no mercantilización de la realidad cultural que no apela al comercio. La cultura, nos advierten algunos expertos, no puede reducirse a una función subsidiaria para el crecimiento económico. 


Será ineludible fundar un equilibrio que no reduzca la cultura en una herramienta funcional, puesto que es una matriz social y fin en sí misma. Aunque, es innegable que existen experiencias y conocimiento en el mundo, sobre el desarrollo económico que genera la cultura per sé.


Ley para el artista


No está demás retomar algunas sugerencias. Sin profundizar en el asunto, despolitizar - en términos de partidarismo-, los objetivos de toda propuesta de “Ley de Culturas”, con una visión más inclusiva y menos parcializada. Sectores reacios a muchas organizaciones de artistas, tildan que los planteamientos presentados por estos, reducen la proposición de esta Ley de Culturas a una Ley de los artistas. Habría que reconsiderar estas críticas de profesionales e instituciones involucradas, quienes poseen otras perspectivas sobre la cultura y el arte.


Otras; prever los efectos a mediano y largo plazo (no solo los inmediatos) cuando la normativa, se promulgue y ejecute; Por otro lado, insistir y motivar a los sectores no organizados, invisibilizados y hasta apáticos con la intervención del Estado; Convocar a otras áreas conexas con el quehacer cultural; y asumir un eje interdisciplinario, que incorpore otras dimensiones del ejercicio cultural, para evitar conflictos latentes, vacíos en las norma y a posteriori contradicciones en la reglamentación. Pero la más importante de todas, garantizar el libre consumo, distribución y producción de los ciudadanos respecto del arte y la cultura, en concordancia con los que pretendan institucionalizarlo a partir de una normativa a favor de todos.


Sería interesante pensar también en la profesionalización de las artes y la cultura, en el establecimiento de los centros y espacios de formación técnica o superior, o de la homologación por competencias para su establecimiento. Aclaro que, teniendo la precaución de no omitir el reconocimiento, el fomento a la creatividad y a la libre práctica ciudadana. Y por coherencia, devolver -a las artesanías, expresiones artísticas populares o cualquier forma de subalternidad cultural-, la posición horizontal que le abrogó la herencia de la ilustración europea. Sobre todo, ahora que estamos en tiempos de pluralidad y multiculturalidad. 


En consecuencia, no deseo incomodar al sector artístico, pero es necesario reflexionar sobre los intereses particulares y colectivos que cada uno de los sectores intenta visibilizar, para que este sea –por conciliación y participación social e institucional-, tomado en cuenta en la dichosa ley. Esta suerte de "llanto de bebé" al que se nos ha acostumbrado a los artistas y gestores culturales, puede convertirse en dos cosas, o en un espacio de oportunidad, o en uno, de permanente conflicto entre nosotros, sin mencionar el que se tiene eternamente con el Estado. 


En fin, si no nos ponemos de acuerdo en contribuir y construir una Ley para el Artista, y no solo del Artista, seguiremos viendo disputas de mercado, una batalla de doxas escuetas, o debates banales y redundantes -al que el Estado hace oídos sordos-, que se asemejan a las controversias de muchos políticos de turno, de cara a las elecciones de este año.